CULTURA PARA LA ESPERANZA número 30. Invierno 1998.
REFLEXION SOBRE EL DECRETO DE HUMANIDADES
Según la LOGSE, el gobierno puede fijar unos contenidos mínimos a través de la modificación de lo que técnicamente se denomina DCB (Diseño Curricular Base). Pretende mejorar la calidad de la enseñanza a través de la unificación de contenidos de la enseñanza de la historia en todo el territorio nacional. ¿Quién o quiénes seleccionan los contenidos del Currículum, esto es, aquello que posteriormente forma parte de los libros de texto como programa que el profesor de historia está obligado a explicar y trabajar en el aula?. Esto es lo que se debate en el Congreso en el Decreto de Reforma de las Humanidades, que tantas pasiones han levantado entre nuestros "representantes".
Todos son conscientes de que lo que se están jugando es algo más que la enseñanza de la historia, de decretos como este depende la supervivencia del sistema político tal y como está establecido. En el fondo del debate se encuentra la idea de que el sistema de enseñanza es la enseñanza del sistema, el aprendizaje de la historia es uno de los instrumentos básicos de que se valen los gobiernos para perpetuar los intereses de los grupos sociales y económicos más poderosos.
El Partido Popular sabe que de esta reforma depende su manera de entender la unidad nacional. Por el contrario, de que no se apruebe depende la idea que del nacionalismo tienen el PNV y CIU, que se apropian de la cultura nacional de catalanes y vascos olvidándose de que estas culturas, a su vez, poseen la diversidad inherente a todo pueblo que se considere plural y respetuoso de la diversidad. Esto es aplicable también a partidos más radicales que necesitan una justificación histórica para mantener su ideario como es el caso de HB. De todo ello se concluye que la historia nunca es objetiva, ni podemos pretender que lo sea, otra cosa bien distinta es que todas las fuerzas políticas pretendan presentar como objetiva su visión histórica del ámbito territorial al que representan porque de ahí parte su legitimación.
La polémica del Decreto de Humanidades se ha presentado como la confrontación entre centralistas y nacionalistas, por la defensa de su manera de entender la enseñanza de la historia. Los partidos de la oposición argumentaron que la ley necesitaba un diálogo para llegar a un consenso entre gobierno central, partidos políticos y comunidades autónomas desde el cual poder defender la especificidad nacionalista. Pero ni el gobierno ni la oposición han hablado de consensuar desde la comunidad educativa, ni de preguntar a profesores e historiadores profesionales acerca de lo que debe ser la enseñanza de la historia.
Es indiscutible la importancia de la enseñanza de las humanidades para el desarrollo humano, el papel concreto de la historia es el individuo en su vertiente social, a través de su estudio se justifica nuestro comportamiento como masa, es decir, como conjunto humano interrelacionado. Dadas las circunstancias socioeconómicas en que se encuentra la humanidad (globalización, conservadurismo, neoliberalismo), es fundamental controlar la historia por los gobiernos (sean nacionales o autonómicos), usurpándola como algo suyo, para que la humanidad en conjunto tenga un comportamiento social único y dirigido desde arriba. Por otra parte, dichos gobiernos justifican su apoyo a las humanidades a través de la literatura y el arte, tratando de descargarlos de su función social para dejarlos en el ámbito de lo privado, consideran más conveniente permitir el desarrollo individual de la persona.
En este contexto ¿cuál es el papel desempeñado por el profesor de historia? es el interprete y ejecutor de los programas oficiales de historia, su praxis como profesor tiene un sentido amplio que depende en gran medida de su formación, sus tendencias políticas, pero sobre todo del grado de reflexión personal sobre los procesos históricos y también acerca de lo que debe ser la enseñanza de la historia. La libertad de cátedra teórica se limita a la libertad relativa de ejecución de un programa, y a partir de aquí el currículo tiene como objetivo el inculcar una actitud crítica en los jóvenes estudiantes pero ¿puede ser realmente crítica con tantas limitaciones? todos buscan una mayor calidad de la enseñanza, pero tal calidad no pasa por los decretos políticos, sino por una auténtica reflexión y debate por parte de los profesionales.
La enseñanza de la historia no debe presentarse desde la objetividad, es necesario desenmascarar las ideologías que hay ocultas en cada tema, en cada libro de texto, para que el alumno compruebe que la historia es producto de diferentes interpretaciones, de esta manera, el alumno puede ser partícipe de la investigación histórica y a la vez comprender y ser más críticos con el mundo en el que viven.
El estancamiento en las investigaciones históricas en España ha existido siempre, y podemos decir que mientras desde las instancias educativas se asista a la pasividad, la historia siempre será propiedad de los políticos y no de la sociedad a quien realmente pertenece, para decidir su propio destino, y poder así cambiar hacia un mundo más justo y más humano. Esta pasividad impregna todo el ejercicio profesional, ya que no ha habido ningún manifiesto por parte de los profesores de historia para que ellos, como profesionales, sean incluidos en los procesos de diálogo, los Congresos de Historia, son encuentros entre investigadores, pero no existe tradición de foros donde se debata cómo se debe llevar a cabo la enseñanza de la historia desde una perspectiva que forme individuos críticos.
Los cronistas al servicio del poder no es algo propio de épocas pasadas, es un fenómeno que está y estará presente siempre en el estudio de la historia. En España, la Constitución de Cádiz de 1812 alumbra una nación que define nuestra identidad colectiva, los historiadores buscan el hilo unitario de tradiciones, héroes, lenguas, acontecimientos y monumentos que vinculan, a lo largo del tiempo, un pueblo al territorio en el que se conforma la nueva nación.
Rafael Altamira en "La enseñanza de la Historia", escrito en 1890, dedicó su esfuerzo intelectual a desentrañar el hilo conductor de la historia de España, considera la diversidad como un componente esencial de la misma. Este es el argumento esgrimido por los que han rechazado el Decreto de Reforma de las Humanidades. Pero lo que tendríamos que cuestionarnos es si estas fuerzas políticas no están utilizando esa frase tan democrática en su propio provecho, para justificar los nacionalismos conservadores de catalanes y vascos a la vez que el intento de aunar la historia de Andalucía como algo único, olvidándose que la diversidad va más allá del regionalismo de las comunidades autónomas. Los que dicen ser progresistas al rechazar el Decreto, están incurriendo en el mismo error que el propio gobierno, la reforma esencial para que la enseñanza de la historia sea la creación en los jóvenes de un espíritu crítico y no acorde con la norma, no la ha pedido nadie todavía.
Clementina Díez de Valdeón lo expresa claramente en El País 4 diciembre 1997: "Un Decreto que ha tenido la habilidad de situar la polémica en unos de los peores escenarios posibles: el de la confrontación entre el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos". Es decir, la polémica es reduccionista ya que no pretende modificar el estudio de la historia de los individuos, sino que asiste desde hace unos años a la justificación histórica del nacimiento de algo tan artificial y a su vez centralista como las comunidades autónomas.
Como ejemplo de algo que no interesa al poder ni se discute en el Congreso, podemos hablar de la historia de las mujeres, puesto que esta es irrelevante para la justificación política que se pretende, mientras que no se tiene en cuenta la revolución que para todas las sociedades occidentales tuvieron los movimientos feministas, más bien al contrario, puede que al poder establecido no le interese analizar estos movimientos, por lo que de cuestionamiento de la sociedad patriarcal supondría, sirva como ejemplo de algo que transforma la sociedad pero que no sirve al aparato ideológico del Estado.
Juana Guerrero