CULTURA PARA LA ESPERANZA número 32. Verano 1998

Deuda Externa ¿Deuda Eterna?

    Cuando una persona necesita disponer de dinero, para comprar una casa o cambiar de coche, y no lo tiene, por lo general, recurre a un banco para pedir un crédito, sabiendo que deberá devolver, dentro de un plazo pactado previamente, el importe del crédito más los intereses correspondientes; pues bien de la misma manera que actúan las personas, actúan los países cuando necesitan dinero para realizar infraestructuras, construir hospitales, escuelas, etc., acuden a los organismos internacionales de crédito, a otros países o a los bancos privados para pedir que les presten el dinero necesario. El fruto de estos préstamos es lo que llamamos deuda externa o deuda internacional.

     Pero a diferencia del individuo, que recibe directamente los beneficios del préstamo, para disfrutar de una casa mejor o no tener que padecer las averías del viejo coche, cuando es un país el que pide un crédito, no todos los habitantes se benefician por igual de los resultados de la deuda, y sin embargo todos, y especialmente los más desfavorecidos, padecen las consecuencias de las obligaciones derivadas del pago de la misma.

     Otra diferencia entre la deuda de los países y la de los individuos, es que cuando una persona no hace frente a los pagos derivados de la deuda contraída, el acreedor recurre a los tribunales, y es un juez imparcial quien decide la forma de pago, procediendo, en último extremo, al embargo de los bienes del deudor; pero la ley señala que hay unos mínimos vitales que no pueden ser embargados, es decir aquello que asegura la supervivencia del individuo y su familia no pude embargarse. En el caso de los países no existe un tribunal imparcial que diga cómo se puede cancelar la deuda y son los propios acreedores quienes deciden, de manera arbitraria, la forma de pago. Además no se respeta la norma de los mínimos vitales y se condena a los habitantes más pobres de dicho país a la miseria, el hambre y la muerte.
 

¿COMO SURGIÓ EL PROBLEMA DE LA DEUDA?

    Para comprender el problema tenemos que situarnos a comienzos de los años sesenta, cuando los organismos internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, concedieron créditos a los países del Sur para que financiaran su procesos de desarrollo, la utilización de dichos créditos no fue correcta y a su vencimiento no se pudieron devolver, por lo que fue necesario recurrir a la renovación de los mismos. La renovación tiene lugar en los años setenta, momento en que, como consecuencia de la subida de los precios del petróleo, los países productores se encuentran con una gran cantidad de dólares, unos 600.000 millones, con los que no saben qué hacer, y deciden colocarlos en los bancos internacionales que estaban fuera del control de los gobiernos. Como los años setenta son años de crisis económica, no es fácil colocar el dinero en el Norte por lo que los bancos se vuelcan hacia los países del Sur, ávidos de dinero para financiar sus procesos de desarrollo, y les ofrecen créditos a muy bajo interés, incluso por debajo del índice de inflación, por lo que como endeudarse era un "chollo" durante toda la década de los setenta los países del Sur pidieron créditos a la ligera, llegando en 1982 a acumular una deuda de 750.000 millones de dólares.

    Los gobiernos del Sur, no siempre utilizaron el dinero en proyectos de desarrollo sino que, en la mayoría de los casos, los créditos se destinaron a financiar los agujeros creados por la corrupción en los balances públicos, a la construcción de obras públicas de prestigio, a la compra de armamento, o a inversiones útiles solamente para dar comisiones a las industrias del Norte a cambio de sustanciosas mordidas, como ejemplo sirva que la República Centro Africana, un lugar donde nunca nieva, compró 200 máquinas quitanieves que solo sirvieron para que el ministro correspondiente se fuese a vivir a Francia con lo que recibió como comisión.

     A comienzos de los años ochenta, debido a las medidas económicas del gobierno Reagan, la situación de la economía mundial cambia, los tipos de interés suben hasta situarse en el 20%, el dólar incrementa su cotización, el comercio mundial cae ya que los gobiernos ponen en práctica políticas de control de gasto, y además, los precios de las exportaciones de los países del Sur se reducen hasta un 30%.

    Como los prestamos habían sido negociados en dólares y a un tipo de interés revisable cada seis meses, tenemos que los países deudores deben pagar más por los créditos, tienen que hacerlo en unos dólares que les cuestan más caros y para colmo los precios de sus exportaciones han caído con lo que necesitan exportar más para obtener el mismo producto. Como resultado los países del Sur han pagado entre tres y cuatro veces lo que habrían tenido que pagar de no haber cambiado la situación y lo peor de todo es que tras pagar tres veces más de lo que habían previsto, aun permanecen endeudados.

     Desde el año 73 al año 82 la deuda de los países del Sur se multiplicó por cinco, pasando del 22% del Producto Interior Bruto al 35% en el año 78 y al 60% diez años después. Se ha ido cayendo en un agujero negro del que no hay salida. Si al principio para pagar el principal y los intereses tenían que gastar el 15% de sus exportaciones, pasaron a tener que gastar el 35%, y algunos países ni gastando la totalidad de sus exportaciones podrían cumplir con el servicio de la deuda ya que no solo hay que pagar la deuda sino que, para no colapsar el país, hay que importar productos, energía, alimentos, etc.
 

¿CUALES SON LAS CONSECUENCIAS DE LA DEUDA?

    La deuda tiene para los países del Sur costos sociales y costos financieros.
    Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), algunos de los países más endeudados presentan los indicadores de bienestar humano más bajos. Estos países tienen tasas de mortalidad infantil, analfabetismo y malnutrición superiores a las de otros países subdesarrollados. Estudios realizados hace poco demuestran que para seis de los siete países más endeudados de África, el pago de los intereses de la deuda representa más que la suma del dinero necesario para alcanzar el objetivo propuesto en 1990 por la Cumbre Mundial para la Infancia. Si los gobiernos utilizasen ese dinero para inversiones en desarrollo humano en vez de utilizarlo en pagar a los acreedores, tres millones de niños podrían vivir más de cinco años y se evitarían un millón de casos de malnutrición. Según el PNUD los gobiernos del África subsahariana transfieren a los acreedores del Norte cuatro veces más de lo que gastan en la salud de sus pueblos.

     Si nos referimos a los costes financieros, la comunidad internacional considera un alto nivel de deuda como una señal de que ese país representa un riesgo para la inversión, por lo que se le sitúa prácticamente fuera de los mercados financieros internacionales, y cuando es capaz de obtener un crédito paga por él unos intereses desorbitantes, al tener malas notas en la calificación que otorgan las agencias de valoración.

     Los países fuertemente endeudados se ven obligados a generar divisas para de ese modo poder pagar los intereses de la deuda y hacer frente a las importaciones necesarias. Las instituciones financieras internacionales ofrecen asistencia financiera a dichos países, pero utilizan su influencia para forzarlos a aplicar Planes de Ajuste Estructural (PAE) y políticas estabilizadoras dirigidas únicamente al nivel macroeconómico.

     Los Planes de Ajuste Estructural, que implican: reducción del gasto público, desaparición de los controles sobre los precios y los tipos de interés, reducir el ámbito de actuación de los gobiernos, privatizar las empresas públicas, reducir los aranceles a las importaciones, reducir la regulación sobre los negocios y los flujos de capital con el fin de animar las inversiones tanto nacionales como extranjeras, tienen como finalidad estabilizar las economías vacilantes reduciendo la inflación y corrigiendo los desequilibrios de la balanza de pagos, para aumentar el crecimiento económico del país dando origen a una economía más productiva y eficaz abierta a las leyes del mercado.

     Aunque los Planes de Ajuste Estructural suelen ayudar a un país a ser más competitivo a nivel global, tienen un impacto negativo sobre los sectores más pobres de la sociedad debido a que se recortan los gastos sociales con el fin de reducir los déficits públicos; aumenta el paro pues, por un lado, el sector público se reduce y, por otro, las empresas nacionales o bien cierran o reducen su tamaño al enfrentarse a la competencia extranjera.

     Los Planes de Ajuste Estructural crean un clima que valora, por encima de todo, la competitividad global, dando lugar a situaciones en las que las empresas tanto nacionales como multinacionales intentan maximizar los beneficios operando como explotadores que con frecuencia utilizan trabajo infantil y pagan salarios de miseria a cambio de largas jornadas de trabajo, que se desarrollan en condiciones de inseguridad y de perjuicio para la salud de los trabajadores.

     Las políticas económicas encaminadas a hacer frente al pago de la deuda externa y los planes de ajuste estructural afectan también al medio ambiente. La necesidad de generar divisas obliga los países del Sur a incrementar las importaciones, y como las exportaciones de la mayoría de estos países dependen de la explotación de los bosques, de la extracción de minerales o de una única cosecha agrícola, estos recursos son, por lo general, explotados de forma dañina para el medio ambiente. Al no ponerse en práctica programas efectivos de protección del medio ambiente, la necesidad de generar divisas para pagar la deuda está teniendo un efecto devastador sobre la tierra y sus habitantes.
 

¿TIENE SOLUCCIÓN EL PROBLEMA DE LA DEUDA?

    Existe la conciencia en los habitantes del Sur, y en muchos sectores de la población del Norte, de que la deuda ya ha sido suficientemente pagada, bien mediante la ingente cantidad de dinero que, vía pago de intereses, los países deudores han transferido a los acreedores, bien mediante el expolio al que el régimen colonial ha sometido durante siglos a los países del Sur.

     A pesar de la existencia de dicha conciencia resolver el problema no resulta sencillo, por lo que hay que pensar en medidas que reporten cambios de tipo coyuntural y cambios de tipo estructural.

     El primer paso sería exigir la condonación de la deuda externa, para lo cual sería necesario, como en este momento están haciendo con motivo del año 2.000 CÁRITAS, CONFER, JUSTICIA Y PAZ y MANOS UNIDAS, poner en marcha campañas de presión social similares a las que se han llevado a cabo con el objetivo de que se destine el 0,7% del PIB a la ayuda al desarrollo. Ello seria posible, sin disminuir la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), creando una partida nueva proveniente bien de la disminución de los gastos militares, bien de la creación de una tasa sobre los enormes flujos financieros de carácter especulativo que circulan en el mundo.

     En segundo lugar habría que ir dando pasos hacia la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), que implicaría para los países del Sur, avanzar hacía un comercio equitativo, potenciar su industrialización, tener acceso a la tecnología, poder controlar a las empresas multinacionales, disminuir las dependencias políticas y ver facilita das sus políticas migratorias. Para ello sería también necesario dar pasos hacia una gobernabilidad mundial democrática, imprescindible para controlar una economía globalizada.

     En tercer lugar habría que considerar nuestra postura como inversores que buscamos el máximo beneficio para nuestros ahorros, generando sin ser consciente de ello explotación en los países del Sur, y pensar en desviar nuestros ahorros hacia las distintas formas de banca ética, que pretenden por un lado una política de tipos de interés bajos, tanto para el prestamista como para el prestatario, y por otro una garantía de que las inversiones no se realizarán en sectores tales como el negocio de las armas, la especulación, los bienes de lujo, las grandes corporaciones transnacionales, la energía nuclear, etc.

 

José Luis Alonso Iglesias*

* José Luis Alonso, es Presidente de la Comisión Diocesana "Justicia y Paz" de Asturias y vicepresidente segundo de la Comisión General "Justicia y Paz" de España.
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