CULTURA PARA LA ESPERANZA número 34. Invierno 1999
La precariedad laboral domina el mundo del trabajo
La implantación del neoliberalismo como modelo único está imponiendo unas políticas fiscales, monetarias, sociales y laborales absolutamente regresivas. En España, la legislación laboral ha ido restringiendo y precarizando las condiciones laborales de los trabajadores: aumentando los tiempos de cotización para poder acceder al subsidio de desempleo y reduciendo la cuantía de éste, ampliando las causas de despido, disminuyendo las indemnizaciones, favoreciendo la movilidad geográfica y funcional, legalizando las Empresas de Trabajo Temporal, etc.Mientras que en las sociedades del Norte la precariedad laboral se extiende rápidamente, en muchas regiones del Sur es un mal crónico que afecta a cientos de millones de personas. La economía sumergida, los salarios de miseria, la falta de protección legal, la explotación infantil, la ausencia de condiciones de seguridad e higiene en el trabajo, son realidades que han sido explotadas para beneficio de nuestro Primer Mundo durante ya demasiado tiempo, y que ahora, en un mundo cada vez más globalizado, se están volviendo en contra nuestra.
Las propuestas para el empleo puestas en práctica en los países de la Unión Europea, se articulan en torno a una palabra clave: flexibilidad. Flexibilidad de salarios, de condiciones de trabajo, de contratación, de movilidad funcional y geográfica, de sistemas de protección social, de distribución anual del tiempo de trabajo, etc. En cambio, no se menciona en ningún momento nada acerca del índice de rentabilidad del capital financiero y su influencia desincentivadora sobre las inversiones productivas, ni de los beneficios empresariales producidos por los incrementos de productividad.
Apenas anunciada la Cumbre Europea de Luxemburgo sobre el empleo (noviembre 1997), algunos dirigentes, entre ellos el primer ministro belga Jean-Luc Dehaene, intentaron obviar cualquier malentendido: para los gobiernos europeos se trataría esencialmente de "hablar" del empleo.
"El gobierno no decreta el empleo. Puede, como máximo, diseñar el marco que permita crearlo a las empresas. El mismo razonamiento vale para Europa. Es la razón por la cual yo dije, en seguida, que la convocatoria de una reunión especial sobre el empleo era una falsa buena idea. Consigue suscitar unas esperanzas que, como se sabe de antemano, no se van a poder materializar".
Desde estos postulados, la suerte laboral de la población depende del "pilotaje automático" por el mercado (por emplear una fórmula que se atribuye al Bundesbank); es el mercado el que creará las condiciones favorables para el empleo, no los gobiernos. Los criterios macroeconómicos de convergencia económica (inflación, tipos de interés, tipos de cambio, déficit público) siguen siendo requisitos que se consideran imprescindibles para la fortaleza del Euro como moneda única europea. Este proyecto tiene como principal agente dinamizador al capital financiero y transnacional de los países miembros de la Unión y busca ganar en escala para competir mejor con otros mercados regionales. Su ejecución tiene un carácter prioritario y condiciona la política a seguir en materia de empleo por los gobiernos de la UE.
Uno de los objetivos de la Unión, recogidos en el Tratado de Amsterdam, es "promover un nivel elevado de empleo", pero también, y es lo esencial, "un alto grado de competitividad y de convergencia de resultados económicos":
- Por un lado, el aumento de la competitividad de las empresas conlleva fuertes inversiones en tecnología que son ahorradoras de mano de obra. No se produce necesariamente un paralelismo entre el aumento de la competitividad y del empleo. El aumento de la competitividad de una empresa suele llevar también aparejada la desaparición de otras, con el consiguiente coste en puestos de trabajo. Esta batalla por la competitividad a nivel internacional suele producir unos incrementos de la productividad muy superiores a los incrementos de la demanda, con la consiguiente pérdida global de puestos de trabajo.
- Por otro, nada se dice acerca de la calidad de los empleos "a promover", ni sobre la estabilidad, la protección social o la garantía de los derechos sociales ligados al trabajo. Al contrario, el texto precisa que la mano de obra debe ser "susceptible de adaptarse", y los "mercados de trabajo susceptibles de reaccionar rápidamente a los cambios económicos". O sea, que también se puede ganar en competitividad precarizando las condiciones laborales de los trabajadores.
Ejemplos de esta naturaleza los tenemos en la elevada creación de puestos de trabajo en Gran Bretaña y EE.UU. En este último país se ha dado la tasa más baja de paro de los últimos 24 años. La diferencia de capacidad de generación de empleo, con respecto a la Unión Europea, está en los menores costes de Seguridad Social (allí la cobertura sanitaria de la población es fundamentalmente privada) y en la mayor flexibilidad de las condiciones de trabajo, movilidad y horarios. Se sustituye trabajo en buenas condiciones por trabajo precario. A la vez que se hace factible, por sus bajos costes, la conversión del trabajo existente dentro de la economía sumergida en empleo legalizado.
La resolución adoptada durante la reunión de Amsterdam afirma que para favorecer la "creación de empleos más numerosos (...) convendría modernizar los regímenes de protección social" y que "los sistemas impositivos y de protección social deberían volverse más favorables al empleo". ¿Es necesario traducir lo que previsiblemente encubren estas expresiones?: Progresiva desregulación del conjunto de los derechos sociales ligados al trabajo y disminución de las cotizaciones patronales a la Seguridad Social. Se persigue a largo plazo la reducción de la Seguridad Social a una protección mínima, intentando de este modo acercar el modelo europeo al existente en EE.UU.
No es cuestión más que de flexibilidad,
de movilidad, de tiempo parcial y, como elemento vertebrador, de reorganización
de los sistemas educativos en función de las necesidades del mercado
de trabajo. Estas fueron las líneas de contenido del Documento de
Orientación adoptado por la Comisión Europea, con vistas
al Consejo Europeo extraordinario de Luxemburgo.
HORAS EXTRAS, DESTAJOS, PLURIEMPLEO, ETTs Y CONTRATOS "BASURA".
La producción de bienes, mercancías y servicios, está ligada a la demanda. Si hay momentos determinados en los que los pedidos son muy grandes y otros donde la demanda es muy pequeña, al capital le estorba la rigidez de la jornada laboral. Necesitan buscar mecanismos de reordenación de la jornada laboral, teniendo plantillas "flexibles" dispuestas a alargar la jornada diaria, trabajar sábados, festivos, tres días sí y cuatro no, hoy aquí, mañana allí y pasado al INEM.
Son consideradas horas extraordinarias todas aquellas que se trabajan por encima de la jornada laboral ordinaria. Las horas extras se han convertido en unos de los mejores instrumentos para la reordenación del tiempo de trabajo en las empresas, y en la mayoría de los casos con bajos costes. En España, van en aumento desde el año 1993 (50 millones), en 1996 superaron los 62 millones. El Consejo Económico y Social admite que las horas extras realizadas en 1997 equivaldrían a la creación de más de 35 mil nuevos puestos de trabajo.
No obstante, los datos oficiales sólo muestran la punta del iceberg de la totalidad de horas extraordinarias que de hecho se realizan en nuestro país. Por un lado porque las estadísticas no recogen los datos de las empresas de menos de 6 trabajadores, que son las que más empleo crean en su conjunto. Pero, además, la mayor parte de las horas extras no se declaran, no se ponen en nómina y muchas de ellas ni siquiera se pagan.
En la banca se realizan más de 20 millones de horas extras al año, sin que los bancos pagen por ellas ni una sola peseta. En RENFE, con una plantilla de 35.000 trabajadores fijos, se realizaron el año 1997 en torno a un millón de horas extras, cuando además es una empresa que está en un proceso permanente de disminución de plantilla desde hace varias décadas. Los más de tres millones de trabajadores con contrato temporal se ven en muchos casos obligados a trabajar horas extraordinarias o a destajo si quieren renovar el contrato. Por eso, teniendo en cuenta esta realidad de horas de trabajo ocultas, hay estimaciones de que con su eliminación se podrían crear entre 50.000 y 200.000 nuevos empleos. Por último, si tenemos en cuenta las "horas extras" que realizan los trabajadores autónomos (más de tres millones de personas), que realizan jornadas de entre 10 y 12 horas, podrían crearse otros 750.000 empleos.
En una encuesta realizada por la Delegación Diocesana de Pastoral Obrera de Sevilla, el 22% de los encuestados afirman trabajar entre 9 y 12 horas día, el 2,5% trabajan a destajo y el 12,8% realizan pluriempleo. En la construcción, sector en el que trabajan en torno a las 600.000 personas, el destajo es casi la norma. Y donde es imposible calibrar las horas trabajadas es en la economía sumergida, donde se estima que trabajan más de un millón de personas, con jornadas laborales muy irregulares y que superan por lo general las 12 horas diarias.
En la actualidad, cada vez más empresas van introduciendo un horario de trabajo distinto, en función de los pedidos, con acuerdos alcanzados por convenio o por imposición directa si la actividad sindical es inexistente. A ésta nueva modalidad de distribución de la jornada laboral se la denomina reordenación o cómputo anual del tiempo de trabajo, frente al cómputo semanal (40 horas) con el que hasta ahora se venía funcionando.
Un modelo de contratación que se está extendiendo con mucha rapidez es el que se lleva a cabo a través de las Empresas de Trabajo Temporal, que están teniendo en el mundo incrementos muy importantes en los últimos años. Solamente las dos primeras empresas del sector (Manpower y Adia-Ecco) emplean a 1.200.000 trabajadores. En España las ETTs son ya más de 400, no obstante el 50% de la facturación corresponde a tres empresas (Adecco, Alta Gestión y Flexiplán). Fueron legalizadas por el partido socialista en 1994 y ya al año siguiente cedieron a más de 300.000 trabajadores. En 1996 lograron doblar el número, llegando a 622.678 trabajadores. Por sectores, es la hostelería la que más ha usado los servicios de las ETTs (casi 125.000 contratos de puesta a disposición en 1996), seguidos del sector de la alimentación, comercio al por menor y construcción.
Son un instrumento valiosísimo que tienen las empresas para facilitar la reordenación del tiempo de trabajo en aras de una mayor flexibilidad. Las ETTs se dedican a la cesión de trabajadores a otras empresas que demandan mano de obra, cobrando menos y pudiendo prescindir de ellos cuando quiera el empresario. Las modalidades contractuales que utilizan las ETTs son de tres tipos: contrato por obra o servicio determinado, eventual por circunstancias de la producción y de interinidad. Durante el año 96 solamente el 0,06% de los contratos fueron fijos, frente al 99,94% que correspondieron a las tres formas de contratación antes mencionadas. En cuanto a la edad de los contratados, el 6,5% son mayores de 40 años, siendo el 77% menores de 30 años. Las empresas usuarias pueden utilizar las mismas modalidades de contratos que las ETTs, pero prefieren contratar con ellas, ya que les proporcionan de un día para otro un trabajador a la carta, joven, sin problemas de salud, más dócil y manejable.
El trabajador cedido presenta los siguientes rasgos característicos:
- Es un trabajador peor pagado que sus compañeros de empresa: a igualdad de trabajo cobra un 40% menos. Las ETTs son un reflejo de la creciente dualización en el mundo del empleo, ampliándose la desigualdad entre los trabajadores.
- Es un trabajador sujeto a la temporalidad más absoluta: el 97% de los contratos duran menos de 6 meses.
- Es un trabajador contratado para los puestos menos cualificados: el 47% de los contratos son para puestos sin cualificación.
- Es un trabajador sujeto a un régimen disciplinario lleno de arbitrariedades: las ETTs buscan la satisfacción de sus clientes, aún a costa de despedir sin causa a los trabajadores que estos no desean.
- Es un trabajador sin capacidad de organizarse y reivindicar la mejora de su situación laboral: su corta permanencia en las empresas le impide integrarse en la acción sindical, y su inestabilidad laboral le impide asumir cualquier situación de conflicto sin verse en la calle inmediatamente.
De la amplia gama de contratos "basura" es necesario descatar los contratos a tiempo parcial. Si la tasa de eventualidad en la contratación (el ¡93%! en 1997) ofrece ya todo tipo de facilidades a las empresas para reordenar el tiempo de trabajo, con el fomento de la contratación a tiempo parcial, potenciado por el gobierno y los sindicatos mayoritarios, se pretende cambiar paro por más precariedad, y de camino abaratar los costes laborales. Tenemos que tener en cuenta que la productividad de un trabajador a tiempo parcial es mayor que la de uno a tiempo completo, ya que sólo es contratado para las horas de máxima producción, ahorrándose el empresario las horas de los "tiempos muertos" y baja producción.
Esta es pues una forma de "reparto" del trabajo que beneficia sobre todo a las empresas, ya que si bien el trabajador cambia proporcionalmente menos horas de trabajo por menos salario, en cambio el empresario no reparte los beneficios derivados de la mayor productividad por hora trabajada, siendo además un tipo de contrato subvencionado en las cotizaciones a la Seguridad Social. Y si además, por necesidades de la producción, se precisa en cualquier momento trabajar alguna hora más, con recurrir a las horas extras se tiene todo solucionado. Los trabajadores, en la mayoría de los casos, acceden a estos empleos de forma obligada, pues este tipo de contratos, normalmente temporales y reducidos a la vez, no son queridos por la mayoría de los trabajadores, sino que les vienen impuestos.
La contratación a tiempo parcial está muy extendida en los EE.UU. (25%) y en algunos países de la Unión Europea (15% de media), en España afecta al 7,9% de los ocupados. Este tipo de contratación es uno de los instrumentos que pretenden utilizar los diferentes gobiernos de la UE, en sus respectivos planes nacionales de empleo, para disminuir las tasas de paro, emulando así los "logros" del gobierno americano.
Las horas extras, los destajos, el pluriempleo, las
ETTs y los contratos basura son los instrumentos de la flexibilidad laboral
para conseguir reducir los costes laborales. La utilización flexible
de la fuerza de trabajo de la mayor parte de la población que entra
y sale del mercado de trabajo (10 millones de contratos en 1997) no es
la solución al paro, sino que crea precariedad, dificultades a la
hora de afrontar tanto el presente como el futuro de muchas familias y
una mayor división entre los trabajadores que ahonda más
aún la insolidaridad existente.
LA PRECARIEDAD: UNA TENDENCIA GLOBAL
Otro fenómeno que favorece la precarización, tanto en las sociedades del Norte como en las del Sur (aquí de forma mucho más brutal), son los llamados procesos de deslocalización industrial. Las empresas, en un escenario cada vez más globalizado, siempre van a ir buscando lugares donde los salarios sean más bajos y la productividad mayor, produciéndose cambios en la División Internacional del Trabajo.
Tenemos que tener en cuenta que a nivel mundial existe una realidad social y humana atroz, en donde 1.300 millones de personas "viven" con menos de un dólar al día (Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, 1997). Así tenemos muchos ejemplos en el Sur de empresas que someten a sus trabajadores a unas condiciones infrahumanas de trabajo, sin las mínimas medidas de salubridad e higiene, con horarios extenuantes, salarios de hambre y con el trabajo esclavo de niños y adolescentes... por que claro son más baratos y no tienen más remedio que aceptar lo que sea ante su situación de extrema necesidad. De esta forma, el cancer de la competitividad, el deseo de lucro desenfrenado y sin ningún tipo de limitación moral, se extiende cada vez más a lo largo y ancho de este mundo.
Esta situación de explotación laboral y extrema pobreza en el Sur (realidad que no es nueva sino que es la otra cara del desarrollo del Norte y que ha sido silenciada e ignorada durante los 25 años dorados de crecimiento, prosperidad y pleno empleo en Europa) se vuelve ahora en contra de las propias sociedades desarrolladas al presionar a la baja sobre las condiciones del mercado de trabajo.
En el momento actual asistimos también a unos procesos de liberalización de la economía a nivel mundial, que posibilita una casi total libertad de movimientos de capitales a lo largo y ancho del planeta. La economía financiera (hoy esencialmente especulativa) se convierte así en el principal enemigo de la economía productiva, creadora de empleo. Las bolsas negocian diariamente grandes sumas de dinero. En Madrid, por ejemplo, los beneficios durante el primer trimestre de 1998 fueron del 40%. Existe una gran liquidez en el mercado de valores, en donde grandes cantidades de dinero buscan una colocación. Los inversores prefieren apostar en la bolsa antes que invertir en actividades productivas, porque estas son menos rentables (sobre todo a corto plazo).
A nivel internacional estos gigantescos movimientos de capitales, entrando y saliendo sin ningún tipo de control y con el único propósico de lograr el máximo beneficio, son capaces de quebrar economías nacionales. Es imprescindible pues controlar los movimientos financieros especulativos que empobrecen a muchos países, apropiándose del ahorro interno (divisas) y provocando fuertes devaluaciones monetarias. Se ocasiona un colapso económico generalizado que lleva al cierre a numerosas empresas, devalúa los salarios y provoca la aplicación de duras políticas de ajuste por parte de los gobiernos nacionales afectados, aumentando el desempleo, la pobreza y la marginación social.
Los intereses económicos cada vez pesan más sobre las políticas de los gobiernos, y esto se hace notar también a la hora de afrontar decisiones sobre el mundo del trabajo. En sus declaraciones importantes grupos económicos, como la Mobil Oil Corporation, no dejan lugar a dudas:
"Algunos mercados son más lucrativos que el estadounidense. Inversionistas globales van a donde las tasas de ganancia son más altas y los gobiernos garantizan un clima hospitalario para sus negocios".
Michel Camdessus, banquero y director del FMI, recalca:
"Si la política económica es sólida, las inversiones se quedan y crecen. Pero si no se conceptualiza bien y se pone en peligro el orden económico y civil, por supuesto que el capital se va. No debe sorprender a nadie que este hecho pesa sobre los gobiernos para que actúen correctamente".
Los Gobiernos afrontan el problema del paro a base de flexibilizar y precarizar las relaciones laborales y los puestos de trabajo, de manera que se originen empleos basura. De esta forma es posible que a corto plazo se genere empleo, pero ¿acaso los puestos de trabajo creados son merecedores de tal nombre?. No se quiere reconocer que la política (gobiernos y parlamentos) está cada vez más supeditada a la economía (el "mercado"), que se sustenta en la ley del máximo beneficio a cualquier precio y en la competitividad como una de sus consecuencias.
Cuando únicamente es el beneficio el que condiciona la inversión productiva, sin ningún otro tipo de consideración de interés general, el desarrollo de la economía, la calidad del empleo y la protección social, aparecen como variables dependientes de dicho beneficio. Además, en una economía globalizada, la competitividad exige el máximo de producción con el mínimo coste posible, incluído el de mano de obra. Así entendemos el trabajo esclavo de niños en el Tercer Mundo y las Zonas Francas de producción no sujetas a ningún tipo de protección laboral ni sindical, barbarie que aplasta la dignidad humana de millones de personas y que a todos nos apela.
De esta forma, la producción no está sujeta a fines sociales. El desempleo masivo y permanente, el aumento de la desigualdad y la exclusión social, tanto a escala planetaria como en el seno mismo de las propias sociedades, demuestra que se ha ampliado la brecha y la desconexión entre beneficio privado y bien común.
Hace falta cambiar las formas de producir, de satisfacer las necesidades sociales, de la división del trabajo. Debemos de adaptar nuestras vidas a los límites que impone el marco natural y a las aspiraciones igualitarias y de justicia de millones de personas marginadas de este orden social. El pleno empleo no constituye un objetivo deseable si va asociado a una depredación ecológica y a la degradación de las condiciones de vida de una parte de la población. Debemos abandonar cualquier alternativa que confíe en la miope huida hacia adelante del crecimiento económico cuantitativo. Por el contrario, tiene sentido situar un objetivo de jornada laboral coherente con un programa global de satisfacción de las auténticas necesidades de desarrollo humano.
Si uno se niega a seguir aumentando la doble depredación del ser humano y de la naturaleza en aras de unos ingresos cada vez mayores y siempre mal repartidos, el camino alternativo supone compartir y transformar el trabajo y el consumo existentes. Trabajar menos y consumir menos bienes destructores de recursos escasos, para trabajar y consumir todos de otra forma. No cabe duda de que aquí despunta un modelo de sociedad y un sistema de valores que colisiona frontalmente con el mantenimiento del actual sistema económico.
Juan Velázquez