CULTURA PARA LA ESPERANZA número 35. Primavera 1999

Pinochet y la burocracia vaticana

   Los presupuestos de los que parto al escribir este artículo son -entre otros-  los siguientes:

   . El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abarca toda la esperanza humana. El Estado no es la totalidad. Su mentira totalitaria le hace demoníaco y tirano. Por eso el primer servicio que presta la fe a la política es liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos políticos.

   . "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" es una afirmación que da un nuevo giro a la historia de las relaciones entre la política y la religión. Hasta entonces existía el axioma de que lo político, como tal, era el ámbito de la sagrado.

    Si es válida la afirmación de Jesús -y para los cristianos lo es-, el Estado romano no tenía ya posibilidad de superviven-cia. Y, precisamente, la separación entre la autoridad sagrada y la estatal -nuevo dualismo- significa el comienzo y el fundamento permanente de la idea occidental de la libertad.

   . Cuando la Iglesia se convierte en Estado, se pierde la libertad. Y cuando la Iglesia queda suprimida como instancia pública o públicamente relevante, la libertad decae, porque allí el Estado se convierte progresivamente en totalitario.

   . La persona está mejor defendida cuando existen relaciones tensas entre la Iglesia y el Estado que cuando no existen. Es mejor la tensión -entre ambas instituciones- que la fusión.

    En otro orden de cosas, dice D.Milani -por cierto en un artículo que tardó nueve años en ver la luz- que "la doctrina dice que el Papa es infalible. Hereje es quien lo niega y hereje es quien extiende a otros esta cualidad... Luego católico es quien se da cuenta de que los cardenales y los obispos son criaturas falibles; y hereje quien demuestra hacia ellos un respeto que traspasa los límites de nuestro credo".

    En una entrevista concedida a La Stampa de Torino el 22-5-59 el Cardenal Ruffini, que acababa de regresar del Congreso Eucarístico de Barcelona, entre otras cosas dijo:

    "Los periodistas habláis poco de España; yo diría que tratáis de ignorarla a propósito. Y, sin embargo, tenerla como amiga podría sernos una ayuda valiosísima contra el comunismo... Durante mi viaje a España he pedido que me presentaran al general Franco para agradecerle cuanto ha hecho".

    "Cuando se oye -sigue D.Milani- al cardenal alabar al régimen español dan ganas de decirle que un dictador sanguinario o un gobernante incapaz hace más daño a la Iglesia cuando la protege que cuando la combate... Un cardenal (mientras no se demuestre lo contrario) te lo imaginas de buena fe, honesto, bueno y horrorizado ante la sangre. Si su mente no busca cuáles son los errores de fondo del régimen español es señal de que sus ojos no estaban presentes en ninguno de los hechos inhumanos, que una vez vistos de cerca bastan para que un corazón tome partido definitivamente".

    ...Y la historia vuelve a repetirse, porque ?no vio el que entonces estaba de Nuncio en Chile las atrocidades del régimen de Pinochet?

   ¿Es que ser anticomunista es una capa que cubre cualquier clase de inhumanidad cometida por un régimen político? ?No es esa una visión muy miope que no puede caber en un hombre de Iglesia que ha llegado, sin duda debido a sus cualidades excepcionales, primero a Nuncio de una nación tan importante desde el punto de vista religioso -católico- como lo es Chile, y luego a Secretario de Estado?.

    Precisamente cuando los periódicos y medios de comunicación dieron la noticia de que desde el Vaticano -?Secretaría de Estado?- se intercedía por Pinochet, (en el mejor de los casos un dictador y en el peor un torturador y...¿genocida?) se provocó un sonoro escándalo no solamente por parte de aquellos que permanentemente están contra la Iglesia, sino también desde personas e instituciones que considerándose dentro de la Iglesia se sienten fieles hijos de ella.

    Personalmente, mi reacción ante la noticia fue la siguiente: Esto no hubiera ocurrido cuando Monseñor Casaroli estaba al frente de la Secretaría de Estado. 

    En la Iglesia hay mentalidades cerradamente anticomunistas y otras -como Casaroli- que durante muchísimos años han tendido puentes a los países del Este (Ostpolitik).

    No faltaron agoreros que daban por seguro que Juan Pablo II -que tanto había padecido la dictadura comunista- prescindiría de Monseñor Casaroli. Afortunadamente no fue así y sucedió lo contrario: fue en el Consistorio del 30 de junio de 1979 cuando Juan Pablo II le nombra Cardenal. Y el 1 de julio le nombra Secretario de Estado y Prefecto del Consejo para Asuntos Públicos de la Iglesia. Y, más adelante, el 6 de abril de 1984 le confió el "alto y especial mandato de representarnos en el Gobierno Civil del Estado de la ciudad del Vaticano y ejercer... los poderes y responsabilidades inherentes a Nuestra Soberanía temporal sobre el mismo Estado..."

    Estos hechos son el mejor reconocimiento a la obra que anteriormente había realizado Casaroli: la "ostpolitik".

    Mi admiración por Casaroli arranca no de su gran capacidad, intelectual, política y diplomática -que la tiene sobrada- sino de que el hombre que ocupaba el segundo puesto en importancia en la Iglesia se dedicaba a visitar presos y familiares de estos y que ha mantenido su actividad pastoral entre los muchachos del Centro Estatal de Menores de Roma. Para estos jóvenes no era el Secretario de Estado sino un auténtico pastor y padre.

  Burocracia

    El fenómeno de la burocracia -su crecimiento y desarrollo desmesurado actual- ha afectado a toda la sociedad, y la Iglesia no ha quedado a salvo de dicha epidemia.

    Esta realidad, en cuanto afecta a la Iglesia, ha sido analizada por Monseñor Raphael Quinn, arzobispo de San Francisco durante 17 años y presidente de la Conferencia Episcopal de los EE.UU. durante tres (1977-1980).

    La ocasión arranca de la Encíclica "Ut unum sint" de 1995, en la que Juan Pablo II invitaba a obispos y pastores a expresar-se sobre la cuestión del papel del Papa.

    Fue en Oxford, en la conmemoración del centenario del Centro de Estudios jesuita de Campion Hall el 29 de junio de 1996 donde, reiterando su adhesión a la Iglesia y a la persona de Juan Pablo II, el prelado americano carga contra la Curia, tentada, según él, a interponerse entre el Santo Padre y los obispos.

    "La colegialidad episcopal que el Concilio Vaticano II tanto deseaba no funciona como sería de desear, ya que la Curia cada vez tiende más a configurarse como una tercera fuerza entre el papa y los obispos. Y lejos de mi -sigue diciendo- la idea de transformar la Iglesia en una pura y simple democracia, lo cual no significaría nada. Yo no utilizo esta palabra porque ya va naturalmente del brazo con los conceptos eclesiales de comunión y participación".

    Y en otro momento dice esta "perla" que tanto afecta a la burocracia Vaticana: "?Por qué no exigir, por ejemplo, a los nuncios apostólicos y a otros prelados destinados a la Curia que retornen a las parroquias cada diez años? ?Una especie de reciclaje pastoral, en cierto modo!"

    El trabajo diplomático y burocrático exige esfuerzo y estudio, pero frecuentemente puede alejar de la vida. Y de todos modos el contacto con la realidad verdadera, especialmente con la realidad de la necesidad, del sufrimiento y de la lucha por la vida, está cargado de enseñanzas.

    Es verdad que cualquiera comprende que la burocracia es totalmente necesaria en una "organización" de mil millones de fieles. 

    Pero también se puede comprender que el tema de la "comprensión" por parte de la curia Vaticana del dictador Pinochet va aparejado con la edad y la biografía tan dura del Papa. Con gran lucidez y capacidad todavía, sin duda ninguna, pero con menor vigor físico, situación que se presta a ir adquiriendo la burocracia vaticana más poder del que debe.

    Veamos la razones que el Cardenal Casaroli expuso para dejar su cargo de Secretario de Estado, aunque el Papa le mantuvo en él durante un año más, cuando cumplió los 75 años, como prescriben las normas canónicas:

    "Más de una vez -dice- tuve la ocasión de resaltar que en el trabajo de un secretario de Estado hay una actividad, la más importante, que se refiere a las cuestiones fundamentales de la política de la Santa Sede dentro y fuera de la Iglesia, que no deja de ser exigente, pero que un hombre de edad sano y entrenado puede desempeñar. Por otra parte, hay toda una serie de actividades de menor importancia, sin ser por ello insignificantes, muy distintas entre sí, que la costumbre de la Santa Sede reserva también a la responsabilidad del Secretario de Estado. Todas ellas requieren su atención y ocupan habitualmente, si se quieren hacer bien, algunas horas de la noche, lo que con el paso de los años, cuando alcanzan cierto nivel, resulta muy difícil".

    Si esto vale para el segundo cargo de la Iglesia, también debe valer para el primero, aunque ya comprendo que se nos escapan otros motivos que pueden influir poderosamente en la no renuncia del Papa. Situación que no sería tan insólita, porque en la historia de la Iglesia, recuerdo que San Pedro Celestino renunció al Pontificado y volvió al monasterio de donde había salido. Y hay que caer en la cuenta que fue santo. Y la santidad es la realidad más importante de la Iglesia. Y por lo visto no fue obstáculo el hecho de su renuncia.

    Pinochet sigue siendo un hombre socialmente poderoso. Es mucho lo que sigue gastando en su obligada residencia de Londres, son muchos los abogados a su servicio, sigue recibiendo a los grandes de este mundo (varias veces ha ido a visitarle Margaret Tatcher), están alineados con él el ex-presidente norteamericano Bush, el ex-secretario Kissinger, etc., etc. Pero entendemos que, estando muy presente la circunstancia de que es un anciano de 83 años, es bueno que todos los dictadores y genocidas sepan que nadie está por encima de la ley y que los gobernantes que se llaman "católicos" y quieren ser reconocidos por tales, tienen que saber que a Dios no se le sirve privando de libertad, torturando, matando y asesinando a los hijos de Dios.
 

  Luís Capilla. 

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