CULTURA PARA LA ESPERANZA número 38. Invierno 2000.

ÁFRICA, final de milenio

   África entra en el último año del milenio arrastrando una pesada carga de problemas sin solución. A algunos ni siquiera parece capaz de hacerles frente. África arrastra una marginación creciente y suscita un escaso interés, todo lo cual da pie al tan traído y llevado afropesimismo que Thabo Mbeki quiere contrarrestar con su proyecto de "Renacimiento Africano". ¿Hay signos de renacimiento o es sólo efecto de voluntarismo por parte del presidente sudafricano? El año 1999 nos ha traído mejoras tenues en ciertos sectores aunque permanecen algunos problemas intratables. Veamos las mejoras.

   La Organización para la Unidad Africana (OUA) ha celebrado dos cumbres en el transcurso de unos meses. La cumbre ordinaria de Argel tuvo el valor de identificar los grandes males que aquejan a Africa, con realismo y sin complacencia. Los líderes africanos han tomado conciencia de que los problemas del continente tienen que ser resueltos, ante todo por los africanos mismos. Constataron que el mundo se interesa cada vez menos por las guerras, conflictos y problemas del continente. Se declararon totalmente opuestos al golpismo como solución política y, con menor insistencia, a los abusos masivos de los derechos humanos. La cumbre de Argel supuso, a mi entender, una toma de conciencia saludable.

   La OUA volvió a reunirse en Syrte (Libia) esta vez en una cumbre extraordinaria promovida por Gaddafi. En ella se reanimó el ideal panafricano con tanta premura como falta de realismo. La decisión de conseguir la unidad africana para el año 2001 adolece de la misma improvisación que aqueja a todos los proyectos integradores emprendidos por los líderes africanos. Con todo manifiesta el interés y el sentido de urgencia que ven en la integración económica y política del continente. El ideal panafricano sigue vivo y los ideales mueven; pero conseguir un Mercado Común Africano, un Parlamento, un Banco Central, un Fondo Monetario y una Corte Federal Africanos son proyectos ambiciosos, muy ambiciosos para ser llevados a cabo en dos años. Sin duda el Panafricanismo pasará por etapas intermedias y por las integraciones regionales, proceso en el que ya está empeñado el continente africano. Con mayor o menor fortuna, con altibajos van haciendo camino asociaciones como el ECOWAS (Comunidad Económica de los estados de África del Oeste), la SADC (Comunidad para el Desarrollo de África Meridional), el IGAD (Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo), la UEMOA (Unión Económica y Monetaria del Oeste Africano), la Federación de África del Este (EAF) y algunas otras. A esto habría que añadir la colaboración de la Unión Europea y los países africanos tal como lo define el tratado de Lomé. El ambicioso acuerdo de libre comercio entre Sudáfrica y la UE iría en esta misma dirección. Por otra parte la ley de libre intercambio entre los EEUU y África, de la que tanto se había esperado, ha encallado a su paso por el Senado.

   Un acontecimiento muy esperanzador es el cambio de mentalidad (esperemos que sea también de política) del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM). Hace unos meses, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) afirmó que las políticas financieras del FMI y del BM, basadas en el crecimiento de las economías y en ajustes estructurales, no habían conseguido los resultados esperados. Las instituciones de Bretton Woods han terminado por reconocer lo bien fundado de dichas críticas. En su última asamblea anual el FMI y el BM han cambiado considerablemente de actitud: el tema principal de dicha asamblea fue la lucha contra la pobreza en el mundo. El presidente del BM, Jim Wolfenson, afirmó que el mundo se enfrenta hoy a una nueva crisis: la de la pobreza acreciente. Se habló de "una nueva alianza contra la pobreza", de "hacer oír la voz de los pobres" y de estructurar "una nueva arquitectura internacional para el desarrollo". El 26 de octubre, el hasta ahora director general del FMI, Michel Camdessus, afirmaba ante la Federación Mundial del Trabajo que esa nueva estrategia de lucha contra la pobreza a escala mundial se está ya poniendo en obra. Reconoció que hasta ahora se había asumido que "una buena política monetaria permitiría una política de crecimiento". Pero "hemos comprendido que se necesita eficacia social para conseguir una eficacia monetaria y económica durables”. E insistió: "El progreso social es indispensable para la eficacia de las políticas macro-económicas". Este cambio de perspectiva en las más altas instancias financieras mundiales y la cada vez más probable remisión de la deuda externa de los países más pobres podrían crear condiciones capaces de dar una nueva esperanza al continente africano. Por sí sola, la remisión de la deuda no es suficiente, pero sin ella sería imposible el resurgir económico de la mayoría de los países africanos. A la remisión de la deuda habría que añadir esta nueva estructura internacional para el desarrollo que tenga como objetivo directo la lucha contra la pobreza. Mientras la riqueza se incrementa en los países desarrollados el número de pobres aumenta en el mundo al ritmo de 100 millones durante los últimos 10 años, y la mitad de la población mundial vive con menos de dos dólares por día.

   Mientras que la riqueza aumenta en los países desarrollados la población aumenta en los países que no lo están. Durante los últimos años la población ha aumentado en el mundo a una media de 80 millones de habitantes por año. De ellos 76 millones se sitúan en los países más pobres. Esta situación aqueja de manera especial a África en donde la población sigue creciendo a un ritmo superior al de la economía, aunque el crecimiento demográfico se haya moderado.

   Dos buenas noticias para la economía africana han sido el aumento del precio del petróleo durante 1999 y la recuperación del mercado del oro que a un momento dado amenazaba con derrumbarse.

   La evolución desastrosa del SIDA en Africa es una catástrofe tanto para la economía como para la familia y la organización social. La mayor parte de los infectados de Sida son personas jóvenes en edad laboral. Muchas empresas así como las economías familiares empiezan a sentir los efectos de la epidemia. Una gran empresa de transportes de Zimbabwe constata que de sus 11.500 empleados 3.400 son seropositivos. Según una asociación de agricultores del mismo país, el S1DA sería responsable de una disminución de la producción en un 61% del maíz, en un 47% del algodón, en un 47% de las legumbres y en un 29% de la ganadería. El SIDA se ha convertido en la primera causa de mortalidad en el continente que cuenta con más de 20 millones de seropositívos. De cada 10 personas que han contraído la enfermedad en el mundo 7 viven en África. Entre los menores de 20 años, de cada 10 enfermos 9 son africanos. La enfermedad afecta mayoritariamente a las mujeres y en particular a las chicas jóvenes. Entre los enfermos de 15 y 16 años, por cada chico se cuentan 4 chicas. África subsahariana está particularmente golpeada. En Zambia, por ejemplo, un 20% de la población adulta está infectada por el virus. En Rwanda, un país de 7,5 millones de habitantes, 130.000 niños menores de 5 años están infectados. Según UNICEF un millón seiscientos mil niños zambianos son huérfanos de padre o madre a causa del SIDA (en total un 35%) y el 10% de los niños son huérfanos de padre y madre. Esto nos ayuda a comprender la desintegración familiar y social que la epidemia está causando. No hay remedio en perspectiva ya que la mayoría de los africanos continúa atribuyendo la enfermedad a causas mágicas y, por otra parte, los medios de detectarla y de tratarla siguen siendo rudimentarios

   Los estados africanos contemplan impotentes la explosión del SIDA en el continente. La última reunión, en Lusaka, dedicada al estudio del SIDA reflejó esta impotencia que parece traducirse en falta de interés: no estuvieron presentes los jefes de gobierno, los estamentos internacionales estuvieron representados, salvo raras excepciones, por personalidades de segundo orden. La escasa atención que le prestaron los medios de comunicación contrasta con la atención detallada de que fue objeto la reunión previa que había tenido lugar en Abidján en 1997. En Lusaka quedó patente que los estados Africanos y los estamentos internacionales dedican medios escasos, ciertamente insuficientes, a la lucha contra el SlDA en África. "EL SIDA ya no está de moda", dijo alguien. En realidad ni el SIDA ni África están de moda pero el SIDA sigue siendo el enemigo número uno del continente africano. Probablemente nada ha causado tanta desestructuración social en África desde el comercio de esclavos como la que está causando el SIDA en la actualidad.

    Los conflictos armados son la más pesada rémora que Africa arrastra. En este terreno se han hecho progresos considerables aunque no necesariamente permanentes. En el Congo se ha llegado a un acuerdo de paz, lo que no significa que hayan cesado los combates. El acuerdo firmado en Lusaka el 10 de Julio por los países afectados y corroborado el 30 de agosto por los diferentes grupos "rebeldes" es complicado y frágil dados los múltiples agentes implicados y las motivaciones ocultas que casi todos tienen. Rwanda ya ha anunciado que no se marchará del país mientras que la seguridad de sus fronteras esté en peligro. El gobierno de Kabila amenaza con expulsar a los invasores por la fuerza, lo que significaría el recrudecimiento de la guerra. Dada la dificultad que implica la aplicación de un tal acuerdo la tendencia es mantener el status quo, con el peligro de establecer una división de hecho del Congo en varios estados más o menos bajo tutela de sus vecinos. A parecer ésta es la política favorecida por los Estados Unidos. Contra tal estado de cosas se revela el pueblo congoleño, que se opone de manera tajante a la división del país y a su ocupación por fuerzas extranjeras. Esta conciencia nacional es quizás uno de los aspectos más interesantes de lo que acontece en la RD del Congo.

    También en Sierra Leona se ha firmado un tratado de paz y aunque, como en el Congo, será difícil ponerlo en práctica parece que han comenzado a darse algunos pasos. En el Congo Brazaville no se ha llegado a un acuerdo de paz aunque se intenta establecer contactos entre las partes beligerantes. Lo mismo parece ocurrir en Cassamance (Senegal). En la cumbre de la OUA de Argel, los líderes de Eritrea y Etiopía llegaron, a regañadientes, a un acuerdo de principio pero el fondo del problema sigue intacto.

    En Angola la UNITA da signos de agotamiento y el gobierno ha tomado la iniciativa en el terreno militar. Savimbi está sugiriendo un arreglo diplomático del conflicto pero el gobierno parece convencido de que puede obtener una victoria por las armas y no quiere dar cuartel a una UNITA acosada. En países tan grandes como Angola las victorias militares definitivas son poco menos que imposibles. La guerra de Sudán sigue estancada aunque el gobierno fortalece sus posiciones a medida que pasa el tiempo, con un lavado de imagen y la explotación de petróleo. La situación interna de Rwanda y Burundi, e incluso la de Uganda siguen tensas. El Níger intenta salir airoso de un golpe de estado por medio de elecciones libres aunque la inmunidad a los golpistas queda garantizada. Desgraciadamente en 1998 la venta de armas dobló en África subsahariana mientras que permanecía estable a escala mundial.

    En conjunto hay que reconocer una mejora considerable del continente. Las dos grandes potencias subsaharianas, Sudáfrica y Nigeria afianzan sus andaduras democráticas y se enfrentan a sus muchos y graves problemas con determinación. La situación de estos dos colosos regionales ha mejorado sin lugar a dudas y podría influenciar positivamente a sus vecinos. En el norte, Argelia parece salir del túnel con la elección presidencial que, aunque ambigua, quedó en cierto modo ratificada por el referéndum a la ley de reconciliación. Marruecos está en una situación mucho más esperanzadora con su nuevo rey.

    Durante 1999 se celebraron elecciones presidenciales y/o legislativas en Guinea Conakry, Argelia, Nigeria, Sudáfrica, Malawi, República Centro Africana, Egipto, Botswana, Túnez y Níger. En casi todas vencieron los candidatos que detenían el poder o los candidatos oficiales. No todas fueron trigo limpio y algunas fueron impugnadas por la oposición. Pero África ya no es un continente de dictadores y lentamente se va imponiendo una cultura democrática. Aunque los hombres en el poder intentan manipular la vida política, cada vez lo tienen más difícil, como lo muestra el hecho de que, tanto en Costa de Marfil como en Malawi, el mayor partido de la oposición se haya declarado en rebeldía contra el gobierno.

   En cuanto a derechos humanos, África sigue ocupando el primer lugar en violaciones masivas. La RD del Congo, Rwanda y Burundi se llevan la palma en lo que se refiere a ejecuciones extrajudiciales, tortura y desapariciones. Al parecer les siguen Argelia, Sierra Leona, Egipto y Sudán. Pero también aquí asistimos a un despertar de la conciencia cívica del continente. La sociedad civil se opone con creciente determinación a las arbitrariedades de los poderes políticos. En Burkina Faso la sociedad civil tiene al presidente Blaise Compaore contra las cuerdas por abuso de los derechos humanos desde una pretendida inmunidad. Por más que los gobiernos africanos intenten acallar la prensa y los restantes medios de comunicación, cada vez les resulta más difícil conseguirlo. La sociedad civil se está volviendo respondona y la impunidad de los gobiernos africanos se ve puesta en tela de juicio con frecuencia creciente.

   El proyecto de establecer una Corte Penal Internacional, adoptado en Roma el 17 de Julio, y que entraría en vigor de aquí a tres años, va a ser un factor decisivo en la lucha contra la impunidad de los gobernantes. De los 160 países representados en las negociaciones que se llevaron a cabo en Roma, bajo patronato de las Naciones Unidas, 120 apoyaron el proyecto, 7 estados (entre ellos los EE.UU.) votaron en contra y los restantes no se pronunciaron. Sorprendentemente la totalidad de los estados africanos, a excepción de Nigeria, Sudán, Egipto y Argelia, no dudaron en apoyar el proyecto.

   Bien pensado, las mayores violaciones de los derechos humanos ahondan sus raíces en situaciones de las que son principales responsables las grandes potencias y los países más desarrollados. Tienen su origen en la deuda externa y en unas políticas económicas que tienen sumidos en total pobreza a 800 millones de seres humanos, mayoritariamente africanos. Tiene su origen en los conflictos armados, frecuentemente impulsados o manipulados por occidente, con su reata de millones de refugiados y desplazados, de matanzas, de hambrunas, enfermedades, gran mortandad y con sus 120.000 niños soldados.

   La entrada en vigor del tratado de prohibición de las minas anti-persona, el 1 de marzo de 1999, fue una fecha feliz para los defensores de los derechos humanos. Se sitúan entre los infractores de tales derechos aquellas grandes potencias que, como los EE UU y China, se negaron a suscribirlo.

   Las hambrunas siguen haciendo estragos en Africa y, casi siempre, son efecto de los conflictos armados. Somalia y Sudán vuelven machaconamente a nuestra atención como países en donde se padecen hambrunas pero no son los únicos. Según la FAO, 30 países en el mundo padecen penurias alimentarias graves; 16 de ellos son africanos. Los niños malnutridos son generaciones con riesgo para un futuro próximo: riesgos físicos y también mentales por un desarrollo deficiente de sus órganos vitales.

   Esta es la situación de África al final del milenio, mal que nos pese, y su mejora va a ser lenta, a largo plazo y con altos y bajos, según países. Es inútil intentar embellecer la situación pero hay que reconocer que se están dando algunos signos esperanzadores. Se da hoy una corriente crítica entre los intelectuales africanos que me parece novedosa. Hasta tiempos muy recientes los africanos, y sus intelectuales no eran excepción, tendían a explicar la crisis y los problemas de África por causas enteramente externas: el mercado de esclavos, la colonización y el neocolonialismo. Se da ahora una corriente autocrítica que, sin ignorar las causas externas de los problemas que afectan al continente, insiste en la responsabilidad que tuvieron los africanos en aquellos acontecimientos y en la responsabilidad que siguen teniendo en problemas heredados de entonces que aún perduran y en nuevos problemas que ellos mismos han creado después de las independencias. La creatividad presupone un espíritu crítico, y la aceptación de la propia responsabilidad es condición indispensable para superar el estancamiento a que buen número de intelectuales africanos nos tenían acostumbrados. Entre los africanos actuales se da un pensamiento filosófico y político válido así como unos análisis socioeconómicos acertados. A pesar del decaimiento de las universidades se hacen esfuerzos por una renovación científica y tecnológica. Del sector informal están surgiendo estructuras dinámicas. Aunque en términos generales la mujer sigue oprimida, está jugando un papel cada vez más activo hasta el punto de que, sin darnos cuenta, quizás estemos asistiendo a una auténtica revolución social con la mujer como su principal protagonista. En política y en economía se están realizando esfuerzos de cooperación y van surgiendo bloques de países con vocación integradora. Incluso los movimientos migratorios incontenibles, a pesar de su ambigüedad, reflejan voluntad de mejora, osadía y dinamismo.

    Después de haber señalado la responsabilidad que los africanos tienen de su propia historia cabe también insistir en la responsabilidad que nos incumbe. Occidente tiene una responsabilidad histórica evidente. Además, las ayudas que viene ofreciendo a África desde las independencias son, cuando menos, ambiguas. Teniendo en cuenta la imposición del libre mercado, y las intervenciones de las grandes potencias en África cabe preguntarse cuales son los verdaderos motivos que determinan la política africana de Occidente. Sin el beneplácito de Occidente, un "renacimiento africano" que ponga a África sobre sus pies va a ser muy difícil si no imposible.

Bartolomé Burgos
Madrid, 15 de Noviembre de 1999 
Tomado de: Miscelánea africana. CIDAF

ACCION CULTURAL CRISTIANA. Sierra de Oncala 7, Bjo. Dcha. 28018 Madrid (España) Correo electrónico: acc@accionculturalcristiana.org