CULTURA PARA LA ESPERANZA número 39. Primavera 2000.

Tierra, reforma agraria, una sociedad justa: Utopía y conquista de los trabajadores rurales sin tierra (MST)

¿Cómo entonces? ¿Desgarrados de la tierra?¿Cómo así? ¿Levantados del suelo?¿En un balancín de red sin red?



    Las reflexiones de este texto pretenden responder a la pregunta: ¿Qué es el movimiento de los trabajadores rurales sin tierra de Brasil, el MST? En la respuesta hablaré un poco del problema de la concentración de tierra, así como del origen, la utopía y las conquistas del movimiento de los trabajadores rurales sin tierra, y de los desafíos que plantean para pensar un nuevo proyecto de Brasil, donde la tierra no esté únicamente en función del gran capital, sino en función de las necesidades del pueblo.

    Son muchos los ojos a través de los cuales es posible interpretar el movimiento de los trabajadores rurales sin tierra de Brasil. El público español conoce la versión del fotógrafo Sebastián Salgado a través de la exposición y el libro "TIERRA": sus fotografías hablan de los efectos de la enorme concentración de las haciendas, del trabajo cotidiano de millones de hombres y mujeres que hacen fructificar la tierra, del éxodo a las ciudades, de los conflictos y la violencia rural y de la lucha de los campesinos sin tierra para adquirir un pedazo de suelo, garantía de vida, de ciudadanía y de dignidad humana. Conoce también, por los periódicos, la versión del ministro brasileño de la reforma agraria, Raul Jungmann, para quien el MST constituye un caso de orden público, un grupo de radicales, perturbadores del orden establecido, que deben ser llevados a los tribunales y a prisión.

    En la óptica de los analistas sociales más conscientes, hoy, año 2000, el MST es visto como una referencia entre los movimientos sociales de Brasil, siendo identificado como un ejemplo de lucha y de organización a seguir, siempre que se pone en cuestión la conquista de derechos y la búsqueda de más dignidad para todos. Para otros sectores de la sociedad, el mismo MST aparece como una verdadera "plaga" a exterminar, una realidad incómoda para el gobierno y para las elites, especialmente las latifundistas. Para un tercer grupo de personas, el MST despierta una mezcla de sentimientos, entre la admiración y el espanto, una sensación de extrañeza y de que algo no está totalmente explicado: al final, ¿ellos qué quieren?; luchan por la tierra, pero también se manifiestan contra las privatizaciones y otras prácticas del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, ¿son trabajadores de la tierra?, hacen acciones consideradas radicales y al mismo tiempo parecen tan pacíficos cuando marchan y entonan sus cánticos por las carreteras, Brasil adelante, andando kilómetros y kilómetros a pie.

    Algo es cierto: el movimiento de los trabajadores rurales sin tierra molesta. Ante sus acciones, muchos se preguntan: ¿pero entonces aún hay quien testimonie que es posible cambiar el propio destino?; ¿de dónde viene tanta energía y disciplina para organizarse, para resistir, para hacer ocupaciones, para caminar tantos kilómetros a pie, para luchar sin desistir?; y además cantan, empuñan banderas, hacen fiestas, llevan a sus hijos, dando color y gracia a las ciudades por donde pasan...

    Para los que continúan presos de los dogmas de una cierta interpretación de la historia, queda la interrogación: ¿pero si son campesinos, gente sin instrucción, como pueden organizarse en un movimiento autónomo?; ¿dónde está el partido que les da la dirección política? ¿No deberían ser los trabajadores de la ciudad, más conscientes, los que se constituyeran en referencia de contestación al estado de cosas actual, al modelo de política neoliberal?

    Como nadie, Chico Buarque, en el verso colocado como epígrafe de este texto, aprehende el sentido más profundo del movimiento de los trabajadores sin tierra; como entonces, estos seres desgarrados, desarrapados, marginados de todos y con la vida escurriéndoseles entre los dedos de sus pies descalzos; cómo así, que estos miserables, casi sin parecer realmente humanos, de repente deciden, a millares y organizadamente, levantarse del suelo y luchar por la tierra de la que fueron arrancados, decir ¡no! a un proyecto de país y de sociedad que les quiere negar la posibilidad de existencia; como así, que aún pretenden ver el mundo patas arriba?

    Cuando el Papa Juan Pablo II estuvo en Perú, en 1985, recibió de los indios aimaras una significativa manifestación con la entrega de una vieja Biblia: "Nosotros, indios de los Andes y de América, decidimos aprovechar la visita de Juan Pablo II para devolverle la Biblia, porque, en cinco siglos, ella no dio amor, ni paz, ni justicia. Por favor, coja de vuelta su Biblia y devuélvasela a nuestros opresores, porque ellos necesitan más sus preceptos morales que nosotros, pues, desde la llegada de Cristóbal Colón, se impuso a América, por la fuerza, una cultura, una lengua, una religión y valores propios de Europa. La Biblia nos llegó como parte de un proyecto colonial impuesto. Fue el arma ideológica de ese asalto colonialista. La espada española, que de día atacaba y asesinaba el cuerpo de los indios, de noche se convertía en cruz que atacaba el alma india". Este fue el dramático desahogo del cacique Ramyro Reinaga, que, sin deformarlo, podría traducirse de la siguiente manera: El hombre blanco nos trajo la Biblia y nos quitó la tierra; llévense su Biblia y devuélvannos la tierra.

    Este año, Brasil conmemora los 500 años de su descubrimiento (¿o encubrimiento?). Con certeza, los indios de la planicie amazónica brasileña no devolverán la Biblia al Papa, sin embargo, todos tienen (tenemos) la certeza de que han sido despojados de sus tierras. La tierra que antes era de todos, hoy es de unos pocos.

    Desde el punto de vista de la tierra, la historia de Brasil se inicia bajo el signo del latifundio en 1494, cuando Portugal y España, asesinando el Tratado de Tordesillas, reparten tierras, pueblos y riquezas: por tanto, en el inicio, el indio es despojado de sus tierras y bosques; el negro, desde la abolición [de la esclavitud] no puede comprar nada y el que está en posesión es siempre despojado, tan pronto como el trabajo pasa a producir alguna cosa; con el crecimiento de las familias campesinas, no hay tierras disponibles para los hijos que se convirtieron en adultos y quieren tierra para plantar. En los últimos tiempos Brasil alcanzó la democracia, pero la tierra no se democratizó, pertenece a unos pocos.

    La realidad agraria del Brasil

    Brasil es un país de muy profundas contradicciones. Se trata de un verdadero subcontinente, con una extensión de ocho millones y medio de kilómetros cuadrados. Equivale a 17 veces España, 28 veces Italia. Toda Europa, incluida Rusia -menos Siberia- cabe dentro del mapa brasileño. La población alcanza los 160 millones de habitantes. Es un país riquísimo, por ello codiciado y explotado. Un país capitalista, o mejor, el paraíso del capitalismo, donde las leyes, los beneficios, los incentivos fiscales, son elaborados en función del capital. Por otro lado, es un país capitalista dependiente, cuyo centro de decisión está en el Primer Mundo.

    Brasil no se entiende a sí mismo. Está situado en un contexto mayor, del que forma parte. Es un país periférico, dependiente del centro. Ya nació dentro del marco de dependencia de varios centros hegemónicos, primero el imperio luso-español, después, de la hegemonía inglesa y hoy, de la hegemonía norteamericana y noratlántica. Por esto ya nació dominado y periférico. Y continúa enrollado en las mallas de este esquema. Las formas de colonialismo de hoy son más "civilizadas" pero no menos perversas. Sin entender estas relaciones de dependencia, no se entiende el Brasil, ni el Tercer Mundo.

    Estas contradicciones llevadas a la realidad agraria configuran más o menos el siguiente mapa: En Brasil en torno a 350.000.000 hectáreas de tierra son aptas para la agricultura, agrupándose en un total de 3.100.000 propiedades. De estas el 75% (cerca de 2.300.000 propietarios) son pequeños minifundios con menos de 50 hectáreas. En el otro extremo, existe un pequeño número de 2.000 propietarios que sobrepasan las 10.000 hectáreas y monopolizan 65.000.000 hectáreas agrícolas. Brasil es el segundo país de mayor concentración latifundista, precedido sólo por el Paraguay.

    Según los datos del INCRA, Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, en el 14% del área utilizable para agricultura se siembra, en el 48% se cría ganado. El resto no se usa. En el Norte, la región más atrasada, el 79% del área total cultivable está ocupada por inmuebles improductivos. Incluso en el Sur, la parte considerada más avanzada, donde la tierra es buena, ese índice llega al 42%. Los 4.5 millones de agricultores del país, dueños de un cuarto de las tierras usadas para la agricultura, garantizan el sustento directo de 18 millones de personas o casi el 12% de la población del país. Es de ahí de donde sale la mitad de toda la producción agropecuaria nacional. Sin recursos ni tecnología, un puñado de pequeños propietarios rurales, a pesar de todo, sobrevive en una economía de subsistencia, cogiendo poco más de lo necesario para que la familia no muera de inanición.

    El total de tierras productivas que podrían ser mejor aprovechadas para la reforma agraria sobrepasan un área similar a la suma de los territorios de Francia, Alemania, España, Suiza y Austria. Es sobre este mapa de la insensatez sobre el que los Sin-Tierra caminan.

    Por otro lado, la política agraria del país siempre dio prioridad a las grandes propiedades y a la producción para la exportación, en perjuicio de la producción de alimentos básicos para el pueblo. El actual gobierno de Fernando Henrique Cardoso no hace nada distinto. Al contrario, con él, el campo ha vivido una de las peores crisis agrícolas que haya tenido el país. En los dos últimos años, cerca de 400.000 pequeños propietarios perdieron sus tierras. En el mismo periodo, empezamos a importar productos básicos para la alimentación brasileña. De gran exportador de algodón, pasamos a ser un país importador.

    Durante más de 10 años, la producción agrícola del país estuvo estancada en torno a 80.000.000 de toneladas de grano, una producción muy pequeña frente a las necesidades del pueblo, del potencial agrícola y del desarrollo tecnológico del país.

    De acuerdo con los datos del propio gobierno, en Brasil existen 4.800.000 familias de trabajadores rurales sin tierra que carecen de actividad agrícola para sobrevivir.

    A pesar del inmenso potencial agrícola del país, cerca del 62% de las tierras cultivables se mantienen improductivas, a pesar de que la Constitución Federal de Brasil de 1988 establezca que todas las tierras agrícolas que no estén produciendo, deberán ser expropiadas para la reforma agraria.

    Según esto, en este país no falta tierra para hacer la reforma agraria. Falta, eso sí, voluntad política de un gobierno sometido a los intereses del gran latifundio.Antecedentes históricos del MST

    El Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) no es algo nuevo en la historia de Brasil. Es la continuidad de las luchas campesinas, en otra fase. Si la concentración y el latifundio comienzan en Tordesillas, la lucha por la tierra también comenzó a continuación. Durante la Colonia (hasta el final de 1800), los indios y los negros protagonizaban esa lucha, defendiendo territorios invadidos por los "bandeirantes" y colonizadores, o incluso la lucha por la libertad con la de la tierra próxima y construyendo los "quilombos". Al final del siglo XIX e inicio del siglo XX, surgieron movimientos campesinos mesiánicos que seguían a un líder carismático. Son ejemplares los movimientos de los "Canudos" con Antônio Conselheiro; del "Contestado" con Monge José María, el "Cangaço" con Lampiâo, y diversas luchas regionales.

    En las décadas de los 30 y 40, ocurrieron conflictos violentos en diversas regiones frente a aposentados que defendían sus zonas, individualmente, con el arma en la mano. Entre 1950 y 1964, el movimiento campesino se organizó como clase, surgiendo las famosas Ligas Campesinas, la Unión de Labradores y Trabajadores Agrícolas del Brasil (ULTABs) y el Movimiento de los Agricultores Sin Tierra (Master). Esos movimientos fueron aplastados por la dictadura militar, con la revolución de 1964, y sus líderes asesinados, apresados o exilados. El latifundio derrotó a la reforma agraria.

    La lucha actual por la tierra: génesis del MST

    El actual Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) nació de la articulación de las luchas por la tierra que fueron retomadas a partir del final de la década de los 70, especialmente en la región centro-sur del Brasil, y que en poco tiempo fueron extendiéndose por todo el país. El MST tuvo su gestación en el periodo 1979 a 1984 y fue creado formalmente en el Primer Encuentro Nacional de Trabajadores Sin Tierra, que tuvo lugar del 20 al 22 de enero de 1984, en Cascavel, en el estado de Paraná. Este encuentro contó con la participación de trabajadores rurales de doce estados donde ya se desarrollaban ocupaciones de tierras u otras formas de lucha o de resistencia en la tierra. Actualmente está organizado en 23 estados de la Federación.

    Para comprender la génesis y el nacimiento del MST es necesario considerar la combinación de un conjunto de factores complementarios entre los que destacan los siguientes:

   1) La situación sociológica de los trabajadores del campo

    La agricultura brasileña, en la década de los 70 sufrió una transformación que algunos analistas denominan la modernización conservadora o también la modernización dolorosa, que consistía en un rápido e intenso proceso de mecanización de las labores, especialmente en el sur de Brasil. Esta agricultura, de trazos más profundamente capitalistas, expulsó del campo de forma muy rápida, entre el 75 y el 80, a grandes contingentes de población, concretamente, a las personas que vivían como arrendatarios, como aparceros o que se reproducían como hijos de agricultores en un tipo de agricultura caracterizada por un uso intensivo de la mano de obra. Con la mecanización, una gran parte de esta fuerza de trabajo ya no era necesaria.

    ¿Cuál sería el destino de estos desarraigados del campo? Tenían dos alternativas: muchos se aventuraron en los proyectos de colonización, yendo especialmente a los estados de Rondônia, Pará y Mato Grosso. Pero cuando los agricultores de los primeros proyectos comenzaron a volverse por la falta de condiciones y por no conseguir adaptarse a lugares con culturas tan diferentes, esta primera alternativa se desvaneció o quedó restringida a pequeños grupos. Había también, en la década de los 70, un gran número de estos agricultores que fue atraído por la expansión industrial del llamado milagro brasileño. Pero también al final de la década de los 70 aparecieron las primeras señales de la crisis de la industria brasileña cerrando las puertas de esta segunda alternativa. La ausencia de alternativas fue generando un contingente de población dispuesto a luchar por la tierra en el lugar donde vivían.

    De esta manera, se constituyó la base social que generó o que permitió el nacimiento del MST: el aumento brusco de la concentración de la propiedad de la tierra y el número de trabajadores rurales sin tierra. El MST es fruto de las iniciativas de reacción a esta situación objetiva. Los trabajadores del campo, en esta situación, no podían hacer otra cosa más que resistir y luchar.

    2) La mística de la Comunidades Eclesiales de Base (CEBs)

    Sin embargo, esta situación objetiva no es suficiente para entender el MST. Junto con ella, o en paralelo con ella, es necesario situar el universo de significados, una especie de mística que va a animar y dar sentido al trabajo innovador de los sin tierra. Me estoy refiriendo al trabajo pastoral que se venía desarrollando en las poblaciones del campo a través de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que existían desde comienzos de los años sesenta y que se volvieron, en la primera mitad de los setenta, un importante foco de resistencia popular contra la dictadura militar. Este trabajo fue además fortalecido con el surgimiento de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) en 1975, que, trabajando en conjunto con las parroquias en la periferia de las ciudades y con las comunidades rurales, pasó a contribuir sustancialmente a la organización y lucha de los trabajadores. Las CEBs eran en esta época uno de los pocos lugares sociales donde los trabajadores encontraban condiciones para organizarse y luchar contra las injusticias y por sus derechos. Dada la situación objetiva de los campesinos y otros trabajadores del campo, la lucha por la tierra sólo sería una de las acciones de resistencia desde ahí desarrolladas.

    La CPT surgió en Goiânia y reunió en el primer momento a los obispos de la Amazonia, motivados especialmente por los conflictos por la tierra de los terratenientes del norte y del centro-norte, y del grado de violencia que allí se vivenciaba en lo cotidiano. Pero después su actuación se expandió por otras regiones, porque, como analiza Stélide, uno de los fundadores y líder del MST, era más que una iniciativa aislada, era una especie de autocrítica de la iglesia católica al golpe militar, y una expresión de la Teología de la Liberación, porque representó un factor fundamental de concienciación de los campesinos respecto a la necesidad de organizarse y luchar. Por su carácter nacional, por su conocimiento de las luchas junto a los pequeños agricultores, y sobre todo por su estructura organizativa, la participación de la CPT en el proceso de retomar la lucha por la tierra en Brasil tuvo una influencia decisiva en la creación del MST.

    3) El contexto político de la redemocratización del país

    Otro elemento que debe ser considerado en la comprensión del surgimiento del MST tiene que ver con el contexto político del Brasil en aquel período, considerado un momento histórico fuerte en el proceso de redemocratización del país. El pueblo brasileño comenzaba a reaccionar contra la dictadura militar y se multiplicaban las luchas y las organizaciones de trabajadores, especialmente en las ciudades. Como indica el propio Stélide, el MST solamente puede constituirse como un movimiento social importante porque coincidió con un proceso más amplio de lucha por la democracia en el país, marcado especialmente por el surgimiento de las huelgas obreras de 1978 y 79. El modo como fue asumida y retomada la lucha por la Reforma Agraria en este momento de la historia de Brasil necesita ser comprendida como parte de este contexto.Fruto de un contexto histórico especial, el MST surgió y se fue configurando con un carácter propio, huyendo de los patrones de la lucha por la tierra de otras épocas. En opinión de Stélide, tres características principales definen el Movimiento: la primera fue la de ser un movimiento popular, es decir, puede entrar todo el mundo, y esto en dos sentidos. Por una parte, el MST es un movimiento de las familias sin tierra y participan en sus acciones el padre, la madre, los jóvenes, los enfermos, no existiendo un proceso de incorporación o asociación formal (como en los sindicatos, por ejemplo), sino de participación, que puede empezar en cualquier tiempo y lugar. Por sí solo ésta es una característica que acaba alterando bastante las relaciones más tradicionales, en la medida en que un joven puede llegar a ser el líder del grupo de su padre, o una mujer ser la coordinadora del núcleo de su marido, por ejemplo. Por otra parte, a pesar de que el MST tenga su raíz en el trabajo de la tierra, siempre entendió que para luchar por la Reforma Agraria no es necesario ser un campesino. Por eso está abierto a todo el mundo: puede entrar el cura, el agrónomo, la profesora, el economista, el agente de salud comunitaria, cada uno participando desde su actuación específica.

    La segunda característica del MST es que tiene un componente sindical, en el sentido corporativo. O sea, la organización y las luchas se suceden en torno a demandas específicas y que se restringen a la conquista de la tierra. El MST se hizo cargo también de las luchas corporativas de los asentados, en relación al crédito, a los precios mínimos, a las carreteras, a la salud, a la educación. Esto viene exigiendo la ampliación permanente de los frentes de actuación del Movimiento, al mismo tiempo que consigue insertar los intereses corporativos particulares, de grupos y de personas, en un movimiento mayor que es la lucha por la Reforma Agraria en todo el país.

    La tercera característica es que el MST tiene un componente político, presente desde el inicio y ciertamente influenciado por la génesis del Movimiento. Esto significa tener presente en cada una de sus acciones que la lucha de la tierra y la lucha por la Reforma Agraria solamente podrán tener algún avance si se insertan como parte de la lucha de los propios trabajadores rurales. Significa, también, acompasar esta lucha desde motivos políticos e ideológicos, y con objetivos más amplios.

    El MST: ¿proyecto de una nueva sociedad?

    Mirando la trayectoria del MST desde el punto de vista de la formación del movimiento como un sujeto político y socio-cultural, es posible identificar tres momentos distintos. Son momentos que coinciden, en cierto modo, con la cronología histórica nacional del MST, a pesar de que el acento de las diferencias no radique exactamente en este aspecto. El punto diferencial apunta a los desafíos concretos que conforman la lucha de los trabajadores rurales en cada momento y que, al mismo tiempo, exigen y producen una determinada conformación de sus sujetos. En los tres momentos se empieza a diseñar, en formas e intensidades diferentes, el proyecto de aquello que sería la democratización de la tierra o de una nueva sociedad.

    Primer momento: Articulación nacional de la lucha por la tierra.

    Históricamente este es el momento de constitución del MST como movimiento social de masas, cuyo objetivo central es la lucha por la tierra. Para tener una referencia cronológica nacional, es el período que comienza en la gestación del Movimiento y que va hasta 1986/87, cuando podemos decir que se consolida como sujeto de la lucha por la tierra de Brasil, no sólo por estar ya organizado en 12 estados, sino también por acumular conquistas significativas y aprendizajes importantes sobre cómo conducir esta lucha y hacer los embates contra las fuerzas políticas opositoras.

    Es el momento de constitución propiamente dicho del Movimiento: se trata de pasar a percibir el problema de la tierra, que parecía de cada trabajador rural, como un problema colectivo, y con alternativas de solución también colectivas. La gran diferencia, en este momento, entre un trabajador sin (la) tierra y un trabajador sin tierra unido al MST, es que el primero no cuenta, desde el punto de vista social y político. Cuando pasa a ser integrante de un movimiento social y luchar por su derecho a ser un trabajador de la tierra, pasa de ser un dato estadístico más a tener un rostro. Puede recibir de la policía, puede ser desalojado de las tierras que ocupa, puede ser considerado un factor de desorden público, pero existe socialmente, es sujeto de la historia.

    Otro trazo distintivo de este momento es definir la ocupación de la tierra como la forma principal de lucha, y en poco tiempo construir en torno a ella principios organizativos y una metodología bastante propia de educación del pueblo. La ocupación pasó a ser la marca del MST: el MST se considera creado a partir de una primera ocupación de tierra. Es necesario decir, además, que la ocupación de la tierra es tan antigua como la existencia de campesinos sin tierra en la historia. En todas las épocas y en diversos lugares, fue escogida como símbolo de la rebelión y los levantamientos de los trabajadores del campo.Otra característica de este momento es la decisión de que el MST sería un movimiento nacional y autónomo en relación a la Iglesia. De forma decidida y clara busca un camino propio en la sociedad brasileña.

    Segundo momento: Constitución del MST como organización social dentro de un movimiento de masas.

    Este es el momento en que el MST es desafiado por las circunstancias históricas a construirse también como una organización social, que continúa teniendo en la lucha por la tierra su eje central, pero que pasa a tener en su agenda política una serie de otras luchas que se combinan con el objetivo más amplio de luchar por la Reforma Agraria en Brasil. Una agenda que pasa a exigir a los sin tierra del MST otras formas y estructuras de organización y de participación colectivas. En términos de referencia cronológica nacional, es posible identificar este período como el que comienza en 1986/87 y continúa hasta hoy, en la medida en que, según el propio MST, hay aún varios niveles de organización que tienen que ser consolidados y desafíos organizativos que superar. O sea, se trata de un momento de entrecruzamiento con el momento anterior y viviendo ya con los desafíos del momento siguiente.

    El desafío que se presenta al MST en este momento se podría resumir, con palabras del obispo español, Dom Casaldáliga: "la tierra es más que tierra..." O de otra forma, la lucha por la tierra va más allá de la conquista de la tierra: exige organizar a los asentados, organizar la producción, las cooperativas, etc. Implica la Reforma Agraria, o mejor, implica la reforma de la sociedad como un todo.Tercer momento: Inserción del MST en la lucha por un proyecto popular de desarrollo para Brasil.

Este es el momento histórico de configuración más reciente y, por eso mismo, de contornos aún no totalmente definidos. Es el momento de concretar los objetivos más amplios del MST, ya firmados en los documentos del encuentro fundacional, pero que en los últimos años han pasado a ser un desafío concreto, dadas las condiciones objetivas de lucha por la reforma agraria en nuestro país, y de la situación en que se encuentra el pueblo brasileño. Se trata de una inserción más directa del MST en cuestiones sociales y políticas que afectan al conjunto de la clase trabajadora o incluso, más ampliamente, al conjunto de la nación brasileña. En términos de referencia cronológica, es el periodo desencadenado por las definiciones del tercer Congreso Nacional del MST, en 1995, que instituyó como bandera de lucha la Reforma agraria una lucha de todos, y que luego trajo la contrapartida de que también hay otras luchas del pueblo brasileño que también deben ser luchas del MST.

    Estamos exactamente en este período y no hay forma de concretar hasta dónde llegará, ni prever todos los desdoblamientos. El Movimiento busca conservar su autonomía y fortalece su identidad, pero comprende que es llevado por las circunstancias del momento a tomar posiciones ante el camino histórico impuesto por sus elites y que obliga a gran parte del pueblo brasileño a vivir bajo condiciones de injusticia social. Esto quiere decir pasar a movilizarse en torno a las grandes cuestiones nacionales, que afectan al destino de Brasil, extrapolando los intereses corporativos de uno u otro segmento de las clases en disputa.En este sentido, el MST siempre procuró desarrollar en su base social la comprensión de los componentes estructurales de la lucha por la Reforma Agraria y su relación con el conjunto de los problemas de la sociedad. Esa conciencia consiste en percibir él (el sin tierra) que los problemas concretos que sufre como persona, su analfabetismo, la enfermedad de su hijo, el dolor de barriga de su bebé, no son porque no tenga tierra; porque puede tener tierra y continuar analfabeto, el hijo morir en tres meses y otras cosas, sino porque existe un sistema social que genera pobres y les impide tener una vida digna.

    Fue así como el MST pasó a implicarse más directamente en las discusiones sobre alternativas de desarrollo para el país, integrando, a partir de 1997, el conjunto de iniciativas y de debates que fue conocido como Consulta Popular, un foro en el que participan junto a otros movimientos sociales las pastorales sociales de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), la Central de Movimientos Populares y algunos sindicatos de trabajadores urbanos, y que intenta provocar la reflexión de la sociedad, en particular de la clase trabajadora, sobre la posibilidad de una nueva opción brasileña por la construcción de un proyecto popular de desarrollo para Brasil. Algunos datos van poco a poco desvelando esta nueva fase de la trayectoria del MST.En septiembre de 1996, durante la semana de la Patria, el MST decidió lanzar un Manifiesto al Pueblo Brasileño, donde afirmaba algunas ideas básicas de su nueva disposición. El texto comienza así: Somos sin tierra. Somos trabajadores y soñamos un Brasil mejor para todos. Pero en la sociedad brasileña actual al pueblo se le niega el derecho a la vida digna...

    En diciembre de 1996, el MST desencadenó una de las acciones que parecen guías de la conformación de este tercer momento. Se trata de la movilización de los sin tierra del MST contra la privatización de la Companhia Vale do Rio Doce, una de las más importantes empresas estatales brasileñas, considerada la mayor empresa minera del mundo, y cuyo proceso de privatización y desnacionalización acabó siendo una especie de símbolo del tipo de modelo económico que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso estaba (y continúa) desarrollando.Esta movilización promovida por el MST causó espanto en algunos sectores conservadores de la opinión pública, tanto de derechas como de izquierdas. En la derecha el espanto fue por considerar un insulto que los sin tierra decidieran meterse en este tipo de asuntos. En la izquierda, porque esta acción llamaba la atención sobre dos aspectos importantes. Primero, que los Sin Tierra no sólo quieren tierra, sino también el derecho a la ciudadanía plena. Segundo, que otros segmentos de la sociedad que deberían estar al frente de esta lucha no lo estaban, por lo menos no con la fuerza necesaria para movilizar al pueblo brasileño contra esta acción, y el significado que esto tendría para el futuro del país.En este contexto, en 1997, el MST realizó su Marcha Nacional por Reforma Agraria, Empleo y Justicia, que salió de tres estados diferentes (Sâo Paulo, Minas Gerais e Mato Grosso) el 17 de febrero y culminó con la llegada a Brasilia el 17 de abril, exactamente en la fecha que fue transformada en Día Internacional de la Lucha Campesina, rindiendo homenaje a los 19 trabajadores Sin Tierra asesinados en Eldorado dos Carajás, en Pará, el 17 de abril del año anterior. Fueron cerca de 1300 Sin Tierra los que caminaron mil kilómetros en representación de todos los campamentos y asentamientos del país, y que, en su llegada a Brasilia, fueron recibidos de forma calurosa y emocionada por más de 100.000 personas, reunidas allí para prestar su solidaridad al MST, pero también para compartir la protesta contra el gobierno brasileño y su modelo económico de exclusión social y de multiplicación de las desigualdades.En ese mismo contexto, en 1998, se realizó en el municipio de Luziânia, próximo a Brasilia,, la Conferencia Nacional: Por una Educación Básica del Campo, promovida por el MST en conjunto con la CNBB, la UNICEF y UNESCO. En 1999 los Sin Tierra se pusieron en marcha nuevamente. Fueron mil personas recorriendo a pie 1580 kilómetros, pasando por las ciudades y los campos para conversar con el pueblo, discutiendo con la población sobre los problemas y las alternativas de uno u otro tipo de proyecto de desarrollo para el país. Nuevamente los Sin Tierra no marchan solos. La pedagogía del ejemplo aunaba a otros militantes sociales en su protesta contra el estado actual de las cosas. En la Marcha Popular por el Brasil: en defensa del Brasil, de la democracia y del trabajo, que se inició con un acto público en frente de la sede de Petrobrás (petrolera del Brasil), en Rio de Janeiro el 26 de julio, llegando a su destino final, Brasilia, el 7 de octubre de 1999, había también pequeños agricultores, mujeres trabajadoras del campo, sindicalistas, estudiantes, indios, trabajadores del campo y la ciudad.En el proceso de construcción del MST en este su 16 año de existencia, es posible diseñar la siguiente trayectoria: el Sin Tierra como trabajador sin (la) tierra que pasa a luchar por la tierra; el Sin Tierra como miembro de una organización social de masas que lucha por la Reforma Agraria; el Sin Tierra que, poco a poco, se va transformando en un luchador del pueblo, que sueña con el proyecto de una sociedad más justa, con un Brasil sin excluidos.El conflicto y la violencia en el campoEl mapa diseñado en estas páginas configura una situación estructural y permanente de conflicto rural. De alguna manera, el quinto centenario de Brasil podría entenderse como 500 años de confrontación entre dos fuerzas opuestas que luchan por la tierra: el gran latifundio y los pequeños agricultores. Esta lucha ha derramado ríos de sangre. Según la investigación de la Comisión Pastoral de la Tierra, en los 20 años de dictadura militar (1964-1984) fueron asesinados 42 trabajadores por año. De 1985 a 1989 ese número se triplicó y llegó a 117 asesinatos por año. De 1990 a 1993 murieron 52 personas en la lucha por la tierra. En el periodo de gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1994-1997) ese número fue de 43 personas asesinadas por año; un número mayor que el del período de dictadura.En 1995, en Rondônia, en la zona occidental de la Amazonia, sucedió el primer gran conflicto durante el gobierno FHC, que resultó en la matanza de 9 Sin Tierra y decenas de heridos y desaparecidos. En aquel año, 500 familias habían ocupado una hacienda en el municipio de Corumbiara. Por orden de la Justicia, 300 policías realizaron el desalojo de las familias de forma violenta. Aquella acción era un indicador de que nada había cambiado en la lucha por la tierra y la resistencia campesina.

    Un año después, el día 17 de abril, ahora en la zona oriental de la Amazonia, sucedió otra masacre. En el municipio de Eldorado de Carajás, en Pará, centenas de familias sin tierra caminaban por una autovía en dirección a la ciudad de Belém cuando fueron sorprendidos por la acción policial. Se resistieron y fueron masacradas. La acción violenta de la Policía Militar causó 19 muertos y decenas de heridos. La marcha tenía como objetivo presionar al gobierno para que las familias fueran asentadas. El MST denominó el 17 de abril como Día Internacional de la Lucha Campesina.

    Si los pequeños agricultores se organizan, también el gran latifundio lo hace. Así, en 1986, poco después de la creación del MST, se formó la UDR, Unión Democrática Ruralista, organización de los latifundistas para defender sus privilegios e intereses. Con un contingente elevado de representantes en el Congreso y en el Senado, en 1988, esa organización consiguió minar la creación de una ley de reforma agraria en el proceso constituyente e hizo inviable la solución para la cuestión agraria. Así, una vez más, el problema de la tierra se traspasa a un problema político, ahora hacia el interior del Congreso y el Senado, donde los que hacen la ley son los dueños de la tierra. Es ahí donde se atasca toda tentativa de democratizar la tierra o, al menos, de hacer una reforma agraria justa.Durante siglos, los movimientos campesinos trataron de romper esta estructura de poder por medio de la lucha por la tierra. Sin embargo, todas las luchas no fueron suficientes para lograr un cambio satisfactorio. Embarrancan siempre con un problema estructural y político que hace inviable el proyecto campesino. Gracias al trabajo del MST, la cuestión de la reforma agraria ya no se coloca hoy en el sentido de quién está en contra o a favor de la misma. La sociedad en general es favorable a su realización. Pero queda la pregunta: ¿cómo se hará? Una cosa es cierta: Lo que está en cuestión es la participación política imprescindible de los trabajadores del campo en este proceso. Es lo que intenta hacer el MST.A modo de conclusión

    El recorrido realizado hasta aquí me lleva a hacer las siguientes afirmaciones:1) Son varias las lecturas que se pueden hacer del MST, dependiendo del punto de vista de quien mira. Para el analista social, es una referencia entre los movimientos sociales de Brasil: su contestación adquiere una profunda fuerza simbólica porque sus acciones se enraízan en una cuestión social fuerte y justa. Fuerte, porque toca la propia estructura social de un país históricamente marcado por el latifundio, pariente de la esclavitud. Justa, porque no hay argumentos éticos contra la idea de que la tierra debe estar en las manos de quien quiere trabajarla y la hará productiva, aplacando el hambre de millones de personas.2) El MST surge en la confluencia de una serie de factores, entre los que destaco especialmente tres: la mecanización del campo en la década de los 70, el trabajo de las comunidades eclesiales de base y la redemocratización del país.3) En el recorrido del movimiento de los trabajadores rurales sin tierra es posible diseñar un proyecto de sociedad y de Brasil que va de la mano o junto a la lucha por la tierra, y que se puede traducir con las palabras de un profeta español, Dom Pedro Casaldáliga: "la tierra es más que la tierra".

    4) Junto con el MST, viene a cuento otro enorme problema; la tierra como lugar de conflicto. El movimiento de los trabajadores rurales manifiesta el tono, el escándalo de una realidad fundacional de estos 500 años de concentración de la tierra en manos de unos pocos. Revela, también, el aspecto de lucha, de resistencia y de organización de los trabajadores rurales por un pedazo de suelo.5) Para quien interpreta la historia como un movimiento constante entre dos fuerzas en conflicto, lo instituyente (lo nuevo, lo que emerge, la fuerza creadora, etc.) y lo instituido (lo establecido, lo normativo, etc.), el MST representa en términos sociales el instituyente en el Brasil de hoy, esto es, lo que de mejor y más significativo ha surgido en los últimos tiempos entre nosotros. Esto no significa que no tenga que ser criticado y corregido, dado que está en juego el lado utópico de aquellos que tienen (tenemos) el derecho de pensar y de luchar por una sociedad brasileña más justa, donde sea posible tener tierra para todos.

Manuel Losada
Río de Janeiro, 30-3-2000

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