CULTURA PARA LA ESPERANZA número 42. Invierno 2001.

LA MUJER EN LA IGLESIA

 

En la Iglesia la reflexión sobre la mujer no comienza en el siglo XX. Es una época donde la mujer es situada por la Iglesia preferentemente en relación con el matrimonio y la familia, y se valora especialmente el rol de esposa y madre.

Haciendo un repaso sobre los documentos de la Iglesia, aparece primero Pio XI, diciendo en la Quadragesimus annus que considera un abuso el trabajo de la mujer fuera de casa porque el marido no disponga de suficiente salario.

Será Pio XII quien comience a hablar de la mujer hecha a imagen de Dios y de la igualdad entre el hombre y la mujer. Estamos en un contexto social donde se está dando un aumento del electorado comunista así como el estallido de la guerra de 1939. Con estos elementos como fondo dirá: "vuestra entrada en la vida pública ha acontecido repentinamente y toda mujer sin excepción tiene el deber de conciencia de no permanecer ausente sino entrar en acción de la forma más adecuada a la condición de cada una".

Pero será Juan XXIII y el Concilio Vaticano II quien de un paso fundamental en la consideración de la mujer, y, me gustaría remarcar, de todo el pueblo laico. La encíclica Pacem in terris de 1963, marca un reconocimiento oficial de la promoción de la mujer, aunque también es cierto que ya se está dando la incorporación de la mujer a la vida pública. La Gaudium et Spes del Vaticano II hace un alegato en contra de la discriminación por sexo, raza o color. Se reconoce a la mujer en igualdad al hombre y se le anima a participar en la vida cultural..

Después del Vaticano II es cuando se generaliza el acceso de la mujer a la formación doctrinal, bíblica y teológica. Es, pues, una historia muy breve. Al final del Concilio, Pablo VI dará a conocer un mensaje explícito a la mujer y esto lo remarco porque es la primera vez que ocurre, que después de un concilio ecuménico se dé un mensaje a las mujeres. Eso sí, Pablo VI hablar de la mujer como hija querida, virgen fuerte, esposa cariñosa, sobre todo madre y viuda resignada...

Pero cuando la Lumen Gentium reinstaura el diaconado permanente, como un grado inferior dentro de la jerarquía, no dice nada del posible diaconado femenino y se establece el diaconado bajo las condiciones de ser ejercido por un varón casado de edad madura o bien por un varón célibe.

Mientras tanto Pablo VI había confiado a la Sagrada Congregación para la disciplina de los Sacramentos la tarea de elaborar una reforma sobre las órdenes menores. Ello dio origen a la Institución final de los Ministerios Laicales, en él aparece una explícita exclusión de la mujer de los ministerios laicales y la institución de lector acolito es reservada a los varones (según la venerable tradición de la iglesia).

La mujer va quedando excluida de todo; pero la base para los ministerios laicales es el bautismo, ¿la mujer no lo tiene? ¿Qué diferencia hay entre hombres y mujeres laicas? El hecho de la exclusión de la mujer de los ministerios laicales, provoca reacciones negativas en diversas culturas e incluso en distintas Conferencias Episcopales, ya que de hecho las mujeres ya estaban desempeñando estas funciones de lectora. Se publica entonces una aclaración por la Santa Sede que indica que nada impide que las mujeres continúen encargadas de las lecturas públicas de las liturgias, pero para este servicio no es necesaria una investidura oficial y canónica en forma de institución por parte del obispo.

En el Sínodo de obispos de 1971 sobre la justicia en el mundo, respecto al papel de las mujeres en la Iglesia se redactó un párrafo que en la primera redacción decía: insistimos en que las mujeres tengan una parte de responsabilidad y una participación iguales a la de los varones en la vida social y en la Iglesia. Pero en su redacción final quedo así: reciban su parte propia de responsabilidad y participación en la vida común de la sociedad y de la Iglesia.

El año 1975 es el año internacional de la mujer y esto es una ocasión histórica para que se elaboren textos del Magisterio que atañen a la mujer. Pero será sobre todo la Evangeli Nuntiandi sobre la evangelización del mundo moderno, la que contempla la acción de los laicos en general de un modo satisfactorio. También se comienza una reflexión teológica sobre el acceso de la mujer a los ministerios ordenados, con una respuesta negativa. Quiero remarcar que el tema del sacerdocio femenino está muy manipulado y se pretende que aparezca como símbolo de la lucha de la mujer en la Iglesia, pero sólo es una pincelada dentro del tema de la mujer en la Iglesia.

En el Sínodo sobre los laicos de 1987 hubo voces que pidieron la consideración de los ministerios femeninos. Se reconoció el aporte de la mujer en debates vitales de la sociedad y el derecho que tienen a participar en los debates eclesiales. Se edita la Cristifidelis Laici en 1989 y en el número 50 se recoge: que las mujeres deben participar en la evangelización y no sólo desde el hogar y la catequesis, sino también mediante el estudio, la investigación y la docencia.

Juan Pablo II hace referencia a la mujer en sus intervenciones públicas y edita la carta apostólica Dignitatem Mulieris sobre la dignidad de la mujer, pero el tema de los ministerios está igual.

En la Iglesia en los años 50 ya empiezan a oírse voces de mujeres y de algún hombre. Constituyen la llamada teología de la mujer desde la feminidad; pero es una teología en donde las mujeres que hablan lo hacen desde dentro y enmarcadas en el sistema eclesial tradicional o patriarcal. Edith Stein decía que se podría caer en el error de crear una mujer ideal olvidándose de las mujeres reales.

TEOLOGIA FEMINISTA

Va a darse en la Iglesia otra manera de hacer teología desde la mujer, la teología del movimiento de mujeres o teología feminista. El utilizar una u otra expresión es más una cuestión política que otra cosa. Esta teología surge de la necesidad que tienen las mujeres de ser ellas mismas las que hablen de ellas. Busca hacer una relectura del mensaje cristiano desde la óptica de la mujer. La cuestión de la mujer no es un tema puntual o interesante, ni algo más o menos marginal, sino que está en la base y atañe al entramado del mundo, donde todos los problemas están interrelacionados.

La teología desde la mujer es contextual, no es una teoría sobre la vida, sino que busca la vida misma, busca incluir todas las culturas, razas, credos, clases sociales. Por esto hay diferentes teologías contextuales según que hablemos del hemisferio norte, de América Latina, de Asia, de África. Pero las diferencias culturales y sociales aportan una convergencia en profundidad, un enriquecimiento en él dialogo.

El comienzo de la teología feminista hay que situarlo en una economía en desarrollo y en un contexto socio-político de democracia, esto le da un color, un cuestionamiento, un trabajo sobre el lenguaje, investigación bíblica y teológica... En una teología feminista de Latinoamérica también se hará esto, pero predomina una conciencia de pertenencia al pueblo oprimido. Entre todas las teologías feministas lo que se da es un diálogo, y como dice una teóloga brasileña: necesitamos vuestra fuerza para saber que estamos en el camino y que el evangelio y la nueva creación son realizables.

Se puede decir que aunque distintas, las mujeres creyentes, oprimidas desde diferentes formas, hacen una teología que es, primero, una necesidad de poder contar su situación y su lucha, y es un derecho a reclamar la palabra que se le ha negado en la historia, el derecho a articular su fe desde su situación de vida y de anticipar nuevas formas de comunión.

La teología del movimiento de mujeres entonces, es una teología que tiene sus raíces en la justicia, busca un nuevo paradigma, un nuevo modelo donde se den unas relaciones más igualitarias, una igualdad de derechos desde él dialogo y no desde la sumisión.

Tiene sus raíces en la justicia y es un movimiento de justicia social con carácter liberador. La sociedad se mueve con los valores del tener, la mujer creyente busca los evangélicos. Hay una preocupación por la dignidad humana y por la justicia en las relaciones, y esto desde los distintos contextos socio-culturales. Hay quien dice que a Dios no se le ve, pero nosotras le vemos en los rostros de nuestro mundo. Cuando se carece de algo, no se hace una teoría sobre la justicia, sino que se vive su falta y esto se expresa de manera más acuciante en el tercer mundo, en la pobreza donde las mujeres son pobres entre los pobres, están en los márgenes de los marginados. La falta de justicia es la que se ve en la falta de casa, comida, salud, cultura, paz, y esto se da con independencia del pueblo, cultura o religión del mundo que miremos. Vemos cómo la mujer es sometida a malos tratos (una cada 8 segundos), no puede elegir el número de hijos, son el 80% de los desplazados y refugiados, el turismo sexual con edades cada vez menores, ablación del clítoris, poligamia, los infanticidios si son niñas, el paro femenino, en el tercer mundo son la mano campesina, mano de obra barata y explotada, y muchos casos más que también afectan al hombre; la pobreza es terrible pero la feminización de la pobreza muestra el lado más crudo.

La teología feminista ve todo esto y tiene la obligación de denunciarlo, es lo contrario al modelo de comunión evangélica; el estado de sumisión es una constante en las culturas, donde el inferior esta supeditado al superior, el menor debe servir al mayor, y aunque no es exclusivo de las mujeres, éstas son el escalafón mas bajo. Vivir la injusticia fomenta que las mujeres se asocien y se hayan introducido cambios (voto, genero en las leyes, pensiones...).

Y ¿ en la Iglesia?, puede decirse que es la última institución que acoge el feminismo, y además la palabra genera rechazo, si dices que trabajas con mujeres o desde la mujer bien, pero si mencionas la palabra feminista ya cambian las cosas, suena a lucha, de aquí la connotación política de la palabra. Dentro de la Iglesia las mujeres también queremos justicia, que no se hable de nosotras sino que hablemos nosotras, queremos ser adultas y compañeras, pero con las personas adultas se dialoga. Podemos estar de acuerdo en el respeto a la vida, en el compartir, en él dialogo interreligioso, en descubrir los valores de cada persona, en aceptar el mensaje subversivo de Jesús. Pero no aceptamos que exista una centralidad masculina y que eso se universalice, y aceptar un análisis de genero supone cuestionar esta centralidad masculina. A la Iglesia también le gusta la sumisión y nosotras la cuestionamos. En los diálogos las reglas están establecidas, y esto es también para los laicos. Yy hay una cosa clara, para que se den cambios profundos es necesaria la unión del hombre y de la mujer.

La Iglesia debe existir con una pluralidad de ministerios, con más corresponsabilidad y con una concepción más fraterna de la autoridad. Los ministerios del clero y de los laicos, todos en beneficio de la comunidad.

Una Iglesia democrática, cambiar las estructuras de poder en la Iglesia, pero no para crear un nuevo estado feminista, sino pidiendo que se creen lugares donde todos, hombres y mujeres, podamos opinar y decidir. Donde la sexualidad se viva y se vea de una manera integrada y positiva. Hay que recuperar la historia de las mujeres y la historia de las mujeres en la Biblia, porque son nuestras antepasadas. Hacer una antropología que no hable de subordinación de una hacia otro, y tampoco de una palabra que quiso sustituir a esta que es la de la complementariedad, decir que uno complementa a otro es presuponer que tenemos roles y características de antemano adjudicadas y que casi siempre es la mujer la que da esa sensibilidad etc... que le falta al varón. Preferimos que se hable de igualdad en la diferencia.

Introducir el servicio como aquello que define un estilo de valores y de creencias de acuerdo al evangelio, pero para que se dé el servicio debe ir unido a la libertad porque sin ella lo que puede darse es servilismo.

Al hablar de justicia y de servicio hay que remarcar que para ello hay que crear un nuevo modelo de funcionar, que nuestra cabeza debe abrirse a que existen muchos modos de trabajar, de ser mujer y que no existe una única central desde la que se indique cómo debemos actuar o pensar. Esto supone abrirse a una nueva creación que se haga entre todos, y esto en concreto supone abrirse a los distintos grupos de mujeres que existen, conocer sus luchas, sus aspiraciones, abrirse a una auténtica democracia. Y supone no sólo abrirse dentro de la Iglesia sino también a los grupos no religiosos porque la Iglesia no tiene la única respuesta. Hay que abrirse a todo lo Inter., la intercultura, lo interreligioso.

La teología de la mujer es ecuménica. Si la propuesta feminista es globalizadora y plural, piensa que la gente puede elegir la persona que desea ser y no la que se espera que sea; es por tanto afirmar y celebrar nuestras diferencias para comprender los lazos que unen a toda la creación. Para ello es preciso el diálogo marcado por el reconocimiento de que los que participan en él tienen el mismo estatus de igualdad y los mismos derechos. El cardenal Mercier dice que para unirse hay que amarse, para amarse hay que conocerse, para conocerse hay que encontrarse, para encontarse hay que buscarse.

También se desprende de lo anterior, que sea una teología ecológica, intentar salir del antropocentrismo y darnos cuenta que la nueva creación significa una reconciliación con el mundo, con la tierra cuya salud depende de todo un conjunto de cosas en las que todos estamos implicados. A alguien le preguntaron en cierta ocasión ¿tiene remedio este mundo?, sí lo tiene y se llama conversión, conversión interior, trasformacion de los corazones y cambio radical en la conducta, en el estilo de vida, en la manera de relacionarnos con la tierra y entre los seres humanos, porque el reino está dentro y fuera de vosotros.

No tenemos alternativas, debemos unirnos el hombre y la mujer en la lucha por una sociedad más igualitaria y más justa. Leo una sentencia Bahai que recoge Mª José Arana: El mundo de la humanidad tiene dos alas, una es el hombre y otra la mujer. Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas no podrá volar. Si una de las alas permanece débil, el vuelo será imposible. Pero además al estar una de ellas excesivamente debilitada la otra también sufre las consecuencias del exceso y así, también enferma.

Cada año los diferentes grupos de Mujeres y Teología de todo el Estado, celebramos un congreso. Este año hemos reflexionado sobre el jubileo, y para apoyar la reflexión ha estado con nosotras la teóloga brasileña Ivonne Gebara. Son palabras suyas:

"La Iglesia ha empezado a pedir perdón, es significativo, pero falta el perdón concreto, en el presente, pedir perdón a Galileo es algo simbólico. Hay distintos modelos de perdón, desde el modelo jerárquico se dice "yo te perdono", o pido perdón al pasado, aquí el modelo de poder está presente. Pero hay otros modelos más democráticos, más dialogales, modelo sin modelo, donde la solidaridad y la necesidad de unos sobre otros pueda ser aceptada y vivenciada.

La Iglesia católica institucional no solo tiene que pedir perdón, sino que tiene que devolver nuestra tierra:

La tierra de la capacidad femenina

La tierra de la capacidad de pensar

La tierra de la capacidad de poder

La tierra de expresar la experiencia sagrada

La tierra de hablar de Dios desde su propia historia

El perdón dialogal no es decir te perdono o me perdonas y todo sigue igual. Es un cambio de comportamiento, de construcción de nuevas relaciones; los terratenientes perdonan si entran en el proceso de compartir la tierra. La cancelación de la deuda externa es importantísima, pero se hará un perdón más efectivo si se dan cambios en el juego económico que no lleven a reproducir nuevas deudas.

Hoy es difícil encontrar caminos de real justicia, pero todos podemos pensar juntos algunas cosas, pequeñas y posibles acciones concretas para la trasformación de las relaciones humanas.

Es importante no callarse, los que tienen el poder dicen siempre no hables, pero hay que hablar y hay que divulgar. Podemos hacer pequeñas cosas para hacer un mundo mejor para nosotras, nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas. Pero para esto hay que tener tiempo, para escuchar lo que pasa, para que las personas hablen de su dolor y para hacer denuncias.

Hay caminos que se encuentran con simplicidad, sin mucha teoría, en el compartir de un vaso de vino, la ternura, en la sonrisa, con las lágrimas. Hay caminos porque todavía hay esperanza, no todo desapareció con el diluvio. Hay caminos porque el lenguaje de la misericordia puede ser entendido en la babel de nuestro mundo, y tenemos que repetir las unas para las otras, hay caminos y hay esperanza.

Mª Antonia Fernández Pérez

Miembro de "Mujeres y Teología" de Santander

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