CULTURA PARA LA ESPERANZA número 42. Invierno 2001.
Golpes a la utopía
Acontecimiento
Alejandro Castillo Godoy
Miembro de la Red Ciudadana por la
Abolición de la Deuda Externa (RCADE)
No sabíamos cuál era la acción, nadie lo sabia excepto los responsables directos, unos cuatro. Únicamente sabíamos que cuando las banderas dieran la señal teníamos que correr con ellas y en la siguiente indicación formar la primera línea de resistencia frente a la policía.
Teníamos que correr rápido, de cómo nos colocásemos los primeros se colocarían los segundos y los extremos, etc. El objetivo final, empapelar un edificio emblemático, leer un manifiesto ante los medios de comunicación y así actualizar el mensaje de la RCADE ante la opinión pública dentro del marco de la campaña Un paso más por la Abolición de la Deuda Externa.
Fue una mañana preciosa, temprano y como todos los domingos rezamos con la comunidad. Tras la oración, en metro a La Cibeles y allí sobre las 11:30 nos reunimos unas dos mil personas. Rápidamente busqué a los que serían mi grupo de afinidad, núcleo de personas que debíamos cuidar unos de otros durante la manifestación y la acción.
Aquí aparecieron mis primeras dudas de lo que íbamos a hacer. ¿Te has traído el carnet? ¿Tendrás fondo fisico para correr? ¿Seguro que si vienen palos te vas a quedar? ¿Recuerdas que es ilegal? Y un pequeño rosario de preguntas sustentadas todas en la misma premisa, el miedo. Todas estas preguntas, hechas con la cabeza, sólo encontraron contestación en mi corazón, corazón que decía que era preciso saltarse esas pequeñas legalidades a favor de un grito que clamase a favor de los pobres desde una perspectiva mayor, la de la justicia.
Comienza a caminar la manifestación lentamente, llena de ruido, consignas y alboroto. La alegría es grande y el momento es de encuentro; amigos de Barcelona, de Palencia, incluso de Madrid, que habitualmente trabajamos por correo electrónico y que no nos veíamos desde hacía tiempo.
A medida que avanzábamos, la tensión entre nosotros aumentaba, la policía era mucha y estaba muy encima de nosotros. No recordaba una manifestación donde de antemano los antidisturbios fuesen con los cascos al cinto y nos tuvieran rodeados por los cuatro costados. Andaba yo con mis dudas cuando delante de mí, a unos cinco metros, una de las banderas ondeó con más fuerza y Sergi, el que la sostiene, sale corriendo contra el cordón policial. En ese momento las dudas se disipan y salimos disparados unos veinte. En apenas unos segundos chocamos contra la policía que, sorprendida, sólo puede detener a cuatro o cinco. Corriendo calle arriba me doy cuenta de que el edificio que vamos a empapelar es el Congreso de los Diputados. Sin parar, miro hacia atrás y veo cómo más de doscientas personas nos siguen, que el cordón está destrozado y que la policía reparte palos sin criterio.
Una vez llegamos a las escaleras del Congreso, al ser los primeros, creamos la primera línea de resistencia. La policía viene cerca y nos obliga a realizar la maniobra de mala manera. La segunda línea se coloca saltando por nuestras cabezas, la tercera, la cuarta y hasta una improvisada delante de la primera. Aquí se notó nuestra inexperiencia en esto de la resistencia pasiva pues, al no proteger los flancos, y tras una primera carga frontal que aguantamos bien, entraron por los laterales y se colocaron en nuestra espalda impidiendo colocar una pancarta. A partir de este momento y durante quince minutos la policía se entretuvo en golpear por la espalda, arrastrar y patear línea a línea y persona a persona.
Al sentir esa lluvia de porrazos, insultos y patadas, el miedo me atrapó y me agarré fuertemente a mis dos compañeros a los que estaba engarzado, cerré los ojos y pensé cuántas veces en el mundo otros
han sentido y padecido situaciones de opresión por expresar lo que grita su conciencia. Lloré, lloré y lloré, pero no de dolor fisico, el cual no recuerdo, lloré desde la humanidad que llevo dentro, lloré por el hombre, lloré por esta lamentable historia que nos empeñamos en construir sin mirar al pobre.
Poco a poco íbamos siendo despegados unos de otros. Ya no lloraba, simplemente esperaba mi momento.
Me admiró cómo nadie levantó ni una sola mano contra los agresores, nadie de los allí sentados alzó la voz en forma de insulto ni de súplica. Estuvimos hasta que nuestros cuerpos aguantaron. Los de nuestra fila fuimos los primeros en llegar, por tanto, fuimos también los últimos en salir. Cuando me agarraron quedábamos unos cinco. Me arrancaron de Jaime y del resto de mis hermanos, me tiraron al suelo y entre seis o siete me aporrearon y patearon hasta que Ángel me arrastró hacia sí y me protegió con su cuerpo. Estando debajo de semejante tormenta, mis ojos, que no mi boca, gritaban ¿de dónde os nace ese odio? ¿Qué os impulsa a hacer esto?
Expulsados de la escalera, sentados en la calzada y rodeados, nos dijeron que teníamos que marcharnos inmediatamente. Juan, con la cabeza ensangrentada, se acercó a su agresor, el oficial que dirigió la carga, y le explicó que si quería saber lo que la gente quería hacer debería preguntar primero. Es así como realizamos una asamblea improvisada para decidir si leíamos un manifiesto y después nos íbamos, frente a la alternativa de seguir resistiendo.
La asamblea decidió leer y marchar. El manifiesto rezaba así:
La Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda externa (RCADE) es un movimiento social que se define como democrático, horizontal, plural, abierto, apartidista y aconfesional.
La RCADE organizó el 12 de marzo, coincidiendo con las Elecciones Generales, la Consulta Social por la Abolición de la Deuda Externa. La Consulta supuso una gran movilización social que sorprendió positivamente a la sociedad civil. Más de 3.000 personas estuvieron trabajando durante meses para hacerla posible, más de 25.000 participaron los días 12 y 19 de marzo en su realización y 1.087.792 ciudadanas y ciudadanos expresaron su opinión votando. Entre el 97 y el 98% votó a favor de la abolición de la deuda. La consulta se realizó en 458 localidades de todo el estado. La acción intimidatoria y represiva de las fuerzas de seguridad a órdenes de las JEC (Juntas Electorales Centrales) obligó a muchas localidades a trasladar o repetir la consulta al día 19 de marzo. La Consulta Social supuso la reafirmación de que la Democracia Participativa es posible y factible.
Desde entonces la RCADE ha seguido luchando por la Abolición de la deuda externa mediante acciones de calle, prensa, difusión, formación y denuncia, y a través de peticiones de posicionamiento institucional respecto a las tres preguntas de la Consulta Social. Un total de 160 gobiernos municipales han aprobado ya la moción presentada por la RCADE posicionándose así a favor de la Abolición de la Deuda Externa.
Ocho meses después de la Consulta, y a pesar de no haber cesado en nuestra lucha, no hemos podido ver ni un ápice de voluntad política por parte del Gobierno español. El Plan Director de la Cooperación Española que acaba de aprobar el gobierno del PP, y que regirá la política de cooperación de los próximos cuatro años, confirma la tendencia absolutamente retrgrada en materia de cooperación para el desarrollo y, en concreto, de cancelación de la deuda.
Por ese motivo, la RCADE continúa su camino y da UN PASO MÁS POR LA ABOLICIÓN DE LA DEUDA EXTERNA. Por lo tanto:
Exigimos que el Gobierno escuche de una vez la voz de más de un millón de ciudadanas y ciudadanos. Exigimos que el Gobierno cancele totalmente la Deuda Externa que mantienen con él
los países empobrecidos; que el importe del pago anual de la deuda cancelada se destine por la población de los países empobrecidos a su propio desarrollo; que los tribunales investiguen el enriquecimiento ilícito que los poderosos del Norte y del Sur vienen realizando con los fondos prestados y que estas cantidades sean devueltas a sus pueblos.
POR UN MUNDO DONDE QUEPAN MUCHOS MUNDOS.
Tras la lectura un profundo aplauso. Comenzamos a levantarnos y los agentes comienzan una ronda indiscriminada de detenciones bloqueando innecesariamente el desalojo. Nos volvemos a sentar y comenzamos con algunos forcejeos, atrapan a algunos y se disponen a llevárselos detenidos y, por si fuera poco, comienzan a disparar al aire bolas de goma. Algunos empiezan a correr y ese momento esperado por la fuerza de seguridad se convierte en algo que sí conocen. Si la resistencia no violenta les descolocó sacándolos de sí, sintiéndose obligados por su esquema mental a seguir pegando obsesivamente, la gente corriendo asustada les dio la clave para justificar su segunda carga ese día. Las bolas ya no eran al aire y un chaval que bajaba conmigo cayó redondo al suelo. Me arrodillé para ayudarle y esta vez el sentimiento fue de frustración. Nada de esa segunda carga era necesario, nada justificaba las bolas de goma, nada justificaba, una vez más, los golpes por la espalda.
Fueron golpes a la utopía, golpes para el que se atreve a cuestionar lo que existe como lo único posible, golpes para alejar cualquier iniciativa que hable de un mundo justo y equitativo para todos.
Aprendí lo que ya intuía, que a pesar de mis debilidades, tengo que estar en primera fila. Que poner mi persona desde la lucha concreta, desde abajo y en asamblea autogestionada, puede hacer posible el cambio estructural que nuestro mundo necesita.