CULTURA PARA LA ESPERANZA número 44. Verano 2001.

LAÍN ENTRALGO: UN HUMANISTA CRISTIANO

 

"Como se fue el maestro,
la luz de esta mañana
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?… Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan,
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques sonad, enmudeced, campanas!
Y hacia otra luz más pura
partió el hermano de la luz del alba (…)

Así escribía un emocionado Antonio Machado recordando al fundador y promotor de la Institución Libre de Enseñanza, D. Francisco Giner de los Ríos, y concluía pidiendo a los amigos que llevaran el cuerpo "a los azules montes del ancho Guadarrama" pues "allí el maestro un día/ soñaba un nuevo florecer de España".

Y Laín Entralgo, que tanto pensó y escribió sobre España y la generación del 98, decía en 1.977 con motivo del homenaje que le dedicó el mundo de la cultura: "Estaban tocados los del 98 por una voluntad de comprensión y restablecimiento de la cultura española. Creo, modestamente, haber servido siempre, con todas mis fuerzas a ese ideal". Y en efecto, su trayectoria representa un intento de reconciliación cultural, de diálogo público entre todos los registros de la tradición española. Y como Giner de los Ríos también anhelaba "una España en buena salud, bien vertebrada y en pie" y a ello dedicó su vida según confesión propia.

Y esa vida estuvo impulsada por un deseo inmenso de saber, por una pasión por la verdad; fue amante de muchísimas disciplinas, en definitiva un auténtico "filósofo" tanto en el sentido etimológico del término como en su acepción de pensador. Pues entre otras cosas destacó y mucho como ensayista. Y también fue un gran comunicador. Y tanto amó la verdad y el saber que al final quizás mereció el calificativo de sabio. Lo más parecido que cabe hoy imaginar a un sabio renacentista. Fue historiador de la Medicina, catedrático, químico, psiquiatra, filósofo, ensayista, filólogo, dramaturgo, académico de tres Reales Academias: de la de Medicina (1.946), de la Española (1.953, que dirigió entre 1.982 y 1.987, y de la de Historia (1.964).

Pero su aventura vital no fue nada fácil. Había nacido en un pueblecito de Teruel (Urrea de Gaén) en 1.908. Y padeció la experiencia traumática de la guerra civil cuando contaba 28 años; militó a fondo en el bando nacional y al final del combate entró con los falangistas en la Residencia de Estudiantes. En esa época era miembro del grupo de jóvenes discípulos de Dionisio Ridruejo, con quienes fundó la revista Escorial (1.940). Pero las cosas cambiarían poco a poco y empezó a creer en la reconciliación de las dos Españas. Laín cambió sus privilegios (Rector de la Universidad Complutense, p. ej,) por un espíritu liberal y abierto opuesto al régimen franquista hasta padecer lo que se llamó un "exilio interior". En su libro Descargo de conciencia se sumergió con valentía en su dolorosa historia política analizando su pasado franquista y anotaba: "Nadie se hace idea de cuánto desgarro interior significa reconocer públicamente su pasado".

Y este hombre que nos dejó el pasado 13 de Junio a la edad de 93 años fue básicamente un intelectual humanista. El asunto más querido de investigación y reflexión fue, sin duda alguna, el ser humano, la condición humana.. Quizás toda su aventura intelectual fue un intento de respuesta a la pregunta kantiana por excelencia: ¿Qué es el hombre? (y así titulaba uno de sus libros por el que merció el Premio Jovellanos en 1.999).

Pero toda su obra merece ser leída y gustada. Destaquemos algunos de sus libros de una de esa obra extensa, profunda y variada. El último publicado fue La empresa de envejecer donde recoge las conferencias publicadas por el Académico en la Biblioteca Nacional. Antes había publicado Esperanza en tiempos de crisis (1.994), Creer, esperar, amar (1.993), Cuerpo y alma (1.991) y Hacia la recta final, revisión de una vida intelectual (1.990). Y mucho antes había escrito Historia de la medicina (1.954) Teoría y realidad del otro (1.961), La espera y la esperanza (1.961), Sobre la amistad (1.972)…

Fue Laín Entralgo hombre de profundas convicciones. Convicciones humanas y convicciones religiosas. Respecto a las primeras anota: "Puesto que la historia ha de seguir, quiero continuar proclamando que no he dejado de creer en la inteligencia, la libertad y la dignidad del hombre. Y, por consiguiente, en la amistad". Y no sólo teorizaba sobre la amistad sino que vivía dicha teoría, pues fue amigo auténtico y ejemplar, hasta la muerte, de sus amigos, de X. Zubiri, (de quien se consideraba discípulo), de Rafael Lapesa, (amigos durante cincuenta años viniendo de posiciones ideológicas muy distintas) etc. Y entendía que la amistad era "una comunicación amorosa entre dos personas, en la cual, para el mutuo bien de estas, y a través de dos modos singulares de ser hombre, se realiza y perfecciona la naturaleza humana". Y tuvo y mantuvo también una fe profunda y nunca abdicó de su ser cristiano. En la entrevista que concedió al programa Epílogo de Canal Plus, y que tiene la peculiaridad de que la entrevista se emite una vez muerta la persona entrevistada, confesó de nuevo públicamente su fe y ante la pregunta de la entrevistadora de por qué quería que se le recordara, sencilla, humilde y sabiamente manifestó que le gustaría que se le recordara como un "hombre bueno". Sobre el cristianismo escribió mucho entendiendo que el principal mandamiento era convertirse en "prójimo del menesteroso". Y lo hizo en tiempos difíciles. Su posición filosófica cabe calificarla como personalista. Consideraba que "el mensaje cristiano ha sido y es para mí antes vía que obstáculo" (para pensar) y el gran científico y buen filósofo que escribe: "Mi encuentro con la persona de Cristo dio y sigue dando último fundamento a mi vida". Las últimas líneas de su libro Cuerpo y alma en el capítulo titulado Antropología de la Resurrección son las siguientes: "Debo terminar volviendo a lo más hondo de mí mismo. Desde el centro de mi vida me sitúo mentalmente ante el hecho inexorable de mi muerte. Cuentan que S. Alberto Magno, (…), solía preguntarse en su vejez: Numquid durabo?, "¿Es que voy a perdurar?". Pienso que ese hombre se preguntaba tanto por la perduración de sus creencias y sus hábitos hasta su muerte como por la perduración de su existencia más allá de esta vida. Así, al menos, entiendo yo su pregunta, así me la hago a mí mismo y así, como decía el cardenal Newman, mis creencias pueden soportar mis dudas. Y si mi muerte, como hondamente deseo, me permite hacer de ella un acto personal,…, al sentirla llegar diré en mi intimidad: "Señor, ésta es mi vida. Mírala según tu misericordia".

Rogelio

(1) Antonio Machado, Poesías Completas, Madrid, Espasa-Calpe, Madrid, 1077 pág. 234
(2) Sobre la amistad, Espasa-Calpe, 1985, pág. 325.
(3) Ibid, pág. 157.
(4) Cuerpo y alma, Espasa-Calpe, Madrid, 1991, pág. 175.

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