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CULTURA PARA LA ESPERANZA número 49. Invierno 2002.

Delta del Níger. Los lodos del crudo

Africa G. Gómez

Mundo Negro

Nº 466. Sep 2002

E1 pasado 17 de julio unas 150 mujeres nigerianas ocuparon la plataforma petrolera de la Chevron-Texaco en el Delta del, Níger y secuestraron a 800 trabajadores durante diez días. Más recientemente, el 1o de agosto, cerca de 3.000 mujeres realizaron una dura protesta contra la misma compañía y la Shell, para exigir más respeto al propio territorio y al medio ambiente. Han sido dos gestos muy aireados por la prensa internacional, que recobran toda su fuerza en el contexto de la II

Cumbre de la Tierra.

Nigeria es el primer productor de petróleo de África, con más de dos millones de barriles diarios. El petróleo proporciona al Estado el 80 por ciento de sus ingresos y supone el 80 por ciento de las exportaciones.

Casi todos los pozos petroleros se encuentran en el Delta del Níger, donde extraen oro negro seis grandes multinacionales petroleras (Shell, Chevron, Elf, MM, Texaco y Agip), además de otras 51 pequeñas compañías. Todas tienen consorcios con el Gobierno de Nigeria, a través de la Nigerian National Petroleum Company, la compañía estatal del petróleo. Pero, paradójicamente, la región del Delta del Níger está empobrecida y poco desarrollada.

La extracción de crudo en esta zona se remonta a los años 50, antes de la independencia del país. Desde entonces ha generado unos beneficios de más de 250.000 millones de dólares. Las ganancias han ido a parar a una serie de gobiernos corruptos y a las grandes compañías petroleras. Al pueblo sólo le han dejado la basura: las fugas de gases altamente tóxicos, los vertidos de petróleo que han contaminado tierras y ríos, la polución; en definitiva, un ecosistema totalmente deteriorado.

La región del Delta del Níger cuenta con unos 5.000 kilómetros de oleoductos y gasoductos. Los oleoductos que se entrecruzan por los campos a menudo explotan en auténticos infiernos, acabando con todo lo que pille cerca, incluidas vidas humanas. Sólo en 1998 se vertieron 50.000 barriles de petróleo y en 1999 la cifra alcanzó los 123.377 barriles.

Según un informe de Human Rights Watch, la quema de gases provenientes de la producción del petróleo emite 35 millones de toneladas de dióxido de carbono y 12 millones de toneladas de metano al día; es por eso la zona del mundo que más contribuye al calentamiento global.

la Shell, en el banquillo

La compañía anglo-holandesa Royal Shell produce más de la mitad del petróleo de Nigeria; opera en la zona desde 1956. Los cincuenta años de exploración y explotación de los recursos petrolíferos de la región han causado daños irreparables. Según el Worldwatch institute, «apoyándose en la complicidad del Gobierno, la Shell nunca ha llevado a cabo ninguna evaluación ambiental antes de excavar nuevos pozos

o instalar oleoductos».

En la década de los noventa, la Shell se ha visto sometida a todo tipo de críticas y campañas de denuncia. En 1993, la Shell se vio forzada a abandonar la producción de petróleo en Ogoniland como resultado de una campaña de presión dirigida por el MOSOP (Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni), que acusó a la compañía de poner en peligro el ecosistema de la zona y de provocar daños irreparables a las comunidades que viven del

campo y de los ríos.

El MOSOP y otros grupos que han surgido en los últimos años, como el Consejo de la juventud Ijow, el MORETO (Movimiento para la Reparación de los Ogbia), o el MOSIEND (Movimiento para la Supervivencia de los Ijow en el Delta del Níger) llevan liderando en los últimos años una campaña de protesta muy fuerte, exigiendo a las compañías petroleras que operan en el Delta del

Níger responsabilidad corporativa, sostenibilidad medioambiental y compensaciones económicas por los daños irreparables causados.

«Lo que la Shell y la Chevron han hecho al pueblo ogoni, a sus tierras y a sus ríos, a sus arroyos y a su atmósfera podría llamarse genocidio. El alma del pueblo ogoni está muriendo y yo soy su testigo». Palabras como éstas, publicadas en 1992, y su compromiso con la defensa del pueblo ogoni, le costaron la vida a Ken Saro-Wiwa, ahorcado junto con otros ocho activistas del MOSOP por el régimen militar de Sani Abacha, en noviembre de 1995. El MOSOP acusó entonces a la Shell de connivencia con el asesinato. Las palabras del director general de la Shell en Nigeria, Naemaka Achebe, a principios de 1995 explicaban sin pudor el apoyo que su empresa daba a la dictadura militar. «Para una empresa comercial que se propone realizar inversiones, es necesario un ambiente de estabilidad. Las dictaduras ofrecen eso». La complicidad del régimen nigeriano de Sani Abacha con las compañías petroleras incluía la protección militar de sus instalaciones, y una persecución acérrima a todo aquel que criticara a la gallina de los huevos de oro. Es decir, a las compañías extranjeras que tantas divisas generaban.

Se calcula que unas 2.000 personas fueron asesinadas por estar implicadas en protestas contra la Shell a principios de los 90. Tras el asesinato de Ken Saro-Wiwa, y gracias a una campaña de información y denuncia que tuvo resonancia internacional, las críticas a la Shell por sus prácticas en la zona fueron en aumento. Desde entonces hasta ahora, la compañía Shell ha invertido miles de millones en lavarse la cara ante la opinión pública. En la página web de la compañía -shellnigeria.com- aseguran haber invertido 470 millones de dólares en la restauración de la Terminal de Forcados para poner en marcha un sistema seguro y que proteja el medioambiente. Es decir, para terminar con los escapes de gas y los vertidos.

Con respecto a la quema de gases tóxicos, también aseguran estar desarrollando un plan para poner fin a las llamaradas de gas para el 2008. Además, la Shell asegura que gasta 30 millones de dólares al año en programas de desarrollo de las comunidades del Delta del Níger, construyendo escuelas y centros de salud.

Pero la historia de la compañía tiene muchas manchas negras tras de sí. Hasta hace pocos años consideraba que no eran ellos los que debían invertir en mejorar la vida de las comunidades, puesto que era un deber del gobierno nigeriano. En Ogulacha, muy cerca de Forcados, donde la Shell posee su principal instalación, viven 25.000 personas. Nunca habían invertido nada en el pueblo que no fuera en beneficio de sus instalaciones o de sus necesidades para la explotación petrolífera. En cambio, a partir de las críticas continuas, los ataques a sus instalaciones y las extorsiones -que han incluido incluso el secuestro- la Shell cambió de política. En 1998, Ogulacha conoció la electricidad.

Vertidos letales

Las críticas a la Shell no son infundadas. Sólo de 1976 a 1996 se han producido 4.835 vertidos de petróleo en la región del Delta del Níger. Los correspondientes a 2,4 millones de barriles de crudo, según datos de la NHRC (National Human Rights Comission). El último vertido de petróleo se registró en los campos de Yorla, el 29 de abril de

2001, afectando al Estado de Rivers y a 17 comunidades vecinas, El MOSOP acusó a la compañía Shell de ser la responsable de la contaminación, la polución y las nubes tóxicas que tuvo que sufrir la población de la zona debido al escape. La Shell, por su parte, advirtió que otros 14 pozos de petróleo en el área podrían estallar sin avisar y describieron los pozos como "bombas potenciales".

Estos desastres ecológicos no sólo repercuten en la naturaleza, destruyendo tierras de cultivo y contaminando ríos, sino también en la salud y el bienestar de los pueblos que habitan en el Delta del Níger. Además, las enormes llamas producto de la extracción del gas natural o del petróleo han cambiado el clima de la región, ocasionando lluvias ácidas, contaminando el aire, la tierra y el agua y generando problemas de salud de riesgos incalculables.

Tensiones

En los últimos años se ha producido un aumento de los conflictos entre diferentes grupos étnicos de la región del Delta del Níger, que algunos consideran haber sido azuzados por las propias compañías. Las altas tasas de desempleo, por falta de educación y formación, han alimentado el descontento de la población juvenil.

Los ataques a instalaciones, sabotajes, amenazas, e incluso secuestros han sido prácticas muy comunes en los últimos años. Según fuentes de la Shell, los vertidos de petróleo se deben en un 40 por ciento a sabotajes provocados, pero reconoce que existen otras causas como el fallo de los equipos o la corrosión de los mismos, así como errores cometidos en la manipulación.

El Gobierno de Olusegun Obsanjo, consciente del apoyo y simpatías que genera en occidente la defensa de los pueblos indígenas, no se puede permitir un foco de tensión en una zona tan clave para la economía del país. Para poner fin a las tensiones, la Comisión de Investigación de las Violaciones de Derechos Humanos, de reciente creación, ha establecido un foro para que la compañía Shell se reconcilie con los ogoni. La comisión incluso pidió perdón al pueblo ogoni por «los sórdidos y tristes acontecimientos que ocurrieron», refiriéndose a la ejecución de los nueve activistas ogoni. Pero, además, algunos van más lejos que una mera petición de perdón. En junio de 2000 el Tribunal Supremo del Estado de Rivers ordenó que la Shell compensara a la comunidad de Ebubu con 40 millones de dólares por los daños causados.

Por otra parte, en diciembre de 2000 se creó la Comisión de Desarrollo del Delta del Níger (CDDN), con objeto de invertir más en los pueblos que habitan en la región y favorecer la generación de empleo. En diciembre de 2001 la CDDN organizó una conferencia para establecer las estrategias necesarias que favorezcan un desarrollo rápido en la región. «No sólo queremos coordinar las actividades que pondrán en marcha las agencias de desarrollo. También queremos implicar en el proceso a la gente», aseguró el coordinador de la Comisión.

Queda por ver si esta Comisión cumple con su cometido y si, con sus compromisos de impulsar el desarrollo en la región del Delta del Níger, pone freno a las tensiones sociales y a los enfrentamientos continuos que ha sufrido la zona en la última década.

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