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CULTURA PARA LA ESPERANZA número 49. Invierno 2002.

EL SERMON DEL MONTE Y LA LEY EN MATEO

 

Quiero dejar claro que no soy, ni escriturista, ni exégeta, sino que yo explico Cristología, hablo de teología política...y voy a hacer del Sermón de la Montaña, la lectura de un cristiano que tiene algunas destrezas teológicas, pero que tiene sobre todo, muchos intereses religiosos, sociales y eclesiales. Y es desde esos intereses desde donde voy a acercarme a un texto magnífico, correspondiente a los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo, que durante dos mil años ha servido de programa y guía para los discípulos y discípulas de Jesús.

Desde mis intereses religiosos, me interesa acercarme a este texto, para recuperar la imagen de Dios, porque nos encontramos en un momento de pluralismo religioso, en que es fácil creer en una trascendencia sin rostro, sin historia y sin promesa, que me parece que es la gran tentación de quienes nos llamamos creyentes. Para los que estamos en actividad parroquial, se traduce en esos diálogos de despacho parroquial cuando alguien va a casarse o pedir el bautismo de un niño y que a la pregunta sobre "cómo anda su fe", responde que "algo habrá."... Es una sensación de que, en medio de la indiferencia y de la increencia, se abren pasos unas identidades creyentes que negocian su fe con un Dios que no tiene rostro, con un Dios ajeno a la historia y con un Dios sin promesa.

Desde mis intereses sociales porque a mi me parece que del sermón de la montaña se deducen principios de acción y praxis, comportamientos humanos y cristianos, que pueden contribuir a mejorar nuestra sociedad, nuestro mundo, la convivencia entre los ciudadanos, tanto a nivel local como nacional e internacional.

Y finalmente, desde mis intereses eclesiales, porque me he preguntado muchas veces qué hemos hecho los discípulos y discípulas de Jesús con el sermón del monte.

El Sermón de la Montaña, es el evangelio del Reino y aparece construido desde un centro que es el Padre Nuestro. El Sermón de la Montaña en el Evangelio de Mateo, es la primera predicación extensa de Jesús y posee un carácter fundamental, seguramente porque es un discurso programático y su lema podría ser "la justicia del reino de los cielos" porque sobre eso va a versar todo el texto. Jesús dice en el Sermón del Monte (5,17.18): "No penséis que he venido a abolir la ley, sino a dar cumplimiento"... Jesús va a pretender llevar hasta sus últimas consecuencias los principios inspiradores de la cultura judía, de aquella cultura teocrática donde Dios ocupaba el centro, pero lo va a hacer a través de transgresiones, es decir que el camino hacia su afirmación plena pasa por la negación de muchas de sus realizaciones históricas concretas. Por ejemplo, el tema de la ley, el ayuno, la curación en sábado... Con esto no pretendo insinuar ni defender que Jesús propusiese una cultura alternativa a su tiempo, pero sí voy a usar, frecuentemente, el término "contracultura" y explico el sentido que quiero darle en el momento presente: Yo no creo que del Sermón de la Montaña se derive necesariamente una cultura alternativa a la cultura moderna, sino que del Sermón de la Montaña vamos a recibir una invitación a transgredir muchos de los usos y practicas habituales de nuestra cultura, para llevar a su ultimo cumplimiento lo que han sido los principios inspiradores de la cultura moderna.

Resumiendo, para que esta sociedad sea realmente libre, igualitaria y fraterna, principios a los que no se puede renunciar, hay que transgredir los usos y costumbres en los que nos encontramos inmersos los ciudadanos que nos deslizamos por ese plano inclinado que es la modernidad. Por tanto, ya en este primer momento, vamos a escuchar ese texto del Sermón de la Montaña de Jesús: El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe será el mas grande en el reino de los cielos, porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entrareis en el reino de los cielos".

Yo, en este sentido, diría ahora: "Si nuestra justicia no es mayor que la de los que marcan las normas de plausibilidad cultural en nuestras sociedades desarrolladas y satisfechas, no entramos en el reino de los cielos, o para decirlo con mas suavidad, no construiremos o abriremos caminos al reino de los cielos", porque no seguimos a Jesús para tener a mano un seguro que nos garantice entrar en el reino de los cielos, sino para abrir espacios a la entrada del reino; nuestra justicia tiene que ser mayor.

También quiero referirme a otro aspecto: los discípulos de Jesús no somos una "asociación de antiguos alumnos del maestro", que se dedican a contar sus batallas y se quedan escondidos, sino que estamos aquí para iluminar, salar, fecundar, que es la actitud que puede llevarnos hasta Dios. Y tengo que decir que esta actitud de iluminar, de salar, de fecundar, de acuerdo con el Evangelio de Jesús y con el Sermón de la Montaña, supone poner al revés al mundo en el que vivimos, aunque el modo de producirse esta "puesta al revés" no sea el de los cambios rápidos y totales del sistema, sino el de la fermentación de la masa. Lo digo porque hemos vivido en los últimos 40 años con la convicción de que todo iba a cambiar súbitamente y que habría un día en que todos al levantar la vista veríamos una tierra que pone libertad. Y al no ser así, hemos pasado a una especie de desesperanza radical, a decir que no se puede hacer nada, que la realidad es inevitable porque las cosas no pueden ser de otra manera.

Ahí está la gran tentación de los cristianos: hacer del ámbito cristiano una especie de refugio de alta montaña o una especie de puerto donde cobijarse cuando arrecia el temporal. Estamos bien curados de optimismos ingenuos, pero resulta imprescindible creer en la posibilidad de que la realidad puede cambiar. Y creer que esa posibilidad no es nuestra sino que es de Dios; ése es el anuncio de que "el reino ha llegado", aunque esa posibilidad vaya fermentando en la masa con muchas dificultades, con muchas tensiones, con múltiples derrotas, pero en el fondo de nuestra historia -y eso es, a mi modo de ver, tener esperanza y caminar en la dirección de la "puesta al revés"- siempre hay algo inédito todavía, algo que es viable y a favor de lo cual hemos de trabajar los cristianos para iluminar y fecundar la historia.

Otra reflexión es decir que esos tres capítulos del evangelio de Mateo, no pueden desgajarse del anuncio del reino que aparece en el capítulo anterior (4, 23): "Jesús fue recorriendo Galilea entera, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo", es decir, de la misión y tarea de Jesús que continuará también descrita en el capítulo 8, ni de la praxis transgresora de Jesús. Esto es importante y a veces no se dice con suficiente claridad.

Este Sermón está también vinculado a una manera concreta de practicar la justicia que tenía Jesús, el perdón de los pecados, la comida con los pecadores, la trasgresión del ayuno.....todo aquello que va a llevar a los fariseos a decir en el capítulo 9 de Mateo, que "todo lo hace por el poder del príncipe de los demonios". Ésa es la acusación más radical que le hicieron a Jesús. A Jesús no se le niega como a veces podemos creer con nuestra mentalidad positivista su poder de hacer milagros, sino el sentido de sus milagros o acciones, y no se andan en chiquitas a la hora de acusarle. Mientras Jesús afirma que con Él llega el Reino, los entendidos de su época considerarán que con Él llega el anti-reino; aquí tenemos que prescindir también de todas las imágenes caricaturescas que tengamos de los fariseos; éstos no jugaban a dos cartas, eran sencillamente gente piadosa que cumplía lo que decían que había que hacer, se sentían justificados por la ley... Insisto en esto porque me parece que la cuestión de la transgresión es muy importante para entender a Jesús, y poder entender a sus discípulos en un tiempo como el nuestro. Seguramente, que en la medida en que queramos practicar el Sermón de la Montaña, no nos van a decir que actuamos por el poder del príncipe de los demonios, pero seguramente nos dirán que ¡qué demonios estamos haciendo! Y cuando a la Iglesia y a los cristianos no nos dicen esto nunca, o cuando simplemente se identifica ser buen cristiano con ser alguien totalmente integrado en el status quo, tenemos que pensar si realmente lo que hacemos tiene algo que ver con Jesús.

El Sermón de la Montaña, que comienza con las bienaventuranzas, tiene una estructura en cuyo centro está el Padre Nuestro, antes y después del cual, hace una reflexión sobre la justicia de Dios.

He tratado de organizar el contenido del Sermón del Monte en torno a las bienaventuranzas, siendo consciente de que dejo cosas fuera por falta de espacio. Voy a referirme primero al tema de la búsqueda de la felicidad, porque las bienaventuranzas no son el anuncio de una tabla de gimnasia espiritual, sino que son el anuncio de una felicidad inesperada; Jesús empieza de repente a llamar "felices", "dichosos", a la gente que parece que vive en la desgracia. Me parece importante reflexionar sobre esto porque el momento en que vivimos, es un momento en el que la felicidad constituye la suprema expectativa y la necesidad mas imprescindible de los hombres y mujeres de nuestra sociedad. Esa felicidad puede estar muy manipulada, tergiversada...., pero lo cierto es que hoy la gente quiere ser feliz y, como consecuencia, el ideal es "la buena vida", que no es lo mismo que "la vida buena". Una expresión muy corriente que se dice cuando alguien ve que otra persona vive bien, es "vive como Dios"... La gente debe tener asociada la idea de la felicidad a Dios, pero tiene un concepto un poco complicado de cómo vive Dios, porque ciertamente que Dios quiere ser feliz, pero también es cierto que, cuando quiso compartir su felicidad con los seres humanos, su proyecto histórico acabó en una cruz ...

Los cristianos no somos, generalmente, quienes damos más sensación de felicidad, y seguramente somos felices, pero tengo mis dudas en cuanto a que nuestras comunidades y nuestros modos de vivir rezumen talante de felicidad. O al menos llamamos felicidad a algo que no es homologable; lo que nosotros entendemos como felicidad, la gente lo encuentra raro, y ahí es donde creo que, una de las tareas mas urgentes que tiene la Iglesia, es rehacer el vínculo entre felicidad y salvación que ha quedado roto .

Las bienaventuranzas son la noticia de la felicidad humana, de una felicidad para esta historia, aunque sea inesperada, y cuando uno vive las bienaventuranzas es posible caminar en dirección hacia una cultura de la felicidad diferente a la que, actualmente, promueven nuestras sociedades satisfechas. En este momento, entrar en Europa es entrar en "la cultura de las satisfacciones", donde no nos morimos de hambre, pero enfermamos de depresión, obesidad, colesterol ...

Las bienaventuranzas son como el prólogo del Sermón de la Montaña. La versión de Lucas, la más original, es la más dura de escuchar, no solamente porque va acompañada en contraposición de esos "ayes", sino porque son bienaventuranzas de situación. Es importante ver que Jesús llamó bienaventurados a los que estaban en situación de pobreza, hambre, a los que lloraban..., es decir, a los que estaban en situación de aflicción, de sufrimiento...

Las bienaventuranzas que Jesús pronunció, sea en el monte, o en la llanura, según lo digan Mateo o Lucas, responden a la lógica del anuncio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando dice, con el texto de Isaías, que los ciegos ven, los sordos oyen.....Esa es la señal que Jesús da para decir que con él ha llegado el Reino. Las bienaventuranzas de Mateo son las bienaventuranzas del discipulado, como han dicho Gustavo Gutiérrez y todos los exégetas. Las bienaventuranzas de Mateo se refieren a la actitud, y quiere decir que, si Jesús llamó bienaventurados a quienes están en situación de pobreza, de lágrimas, de aflicción, los que siguen a Jesús, los que quieren ser discípulos de Jesús, tienen que pensar como Él. En este sentido, se las puede llamar "bienaventuranzas por el espíritu". Quiero aclarar aquí que lo que se refiere al espíritu no es algo etéreo, gaseoso, lo que no pesa..., eso es para los griegos. El espíritu es lo que pertenece a la vida comunicada de Dios y, como consecuencia, espiritual. Por tanto, espiritualizar las bienaventuranzas es vivir con aquellas actitudes de vida que tienen calidad de lo divino. Por eso me interesa tanto la imagen de Dios.

Se hacen a veces debates que creo que son totalmente estériles sobre el tema de los "pobres de espíritu", diciendo que se puede ser rico materialmente y pobre de espíritu... Ni Lucas ni Mateo se refieren de ninguna manera a eso. No se deduce del Evangelio que sea posible ser rico, inmensamente rico, y pobre espiritual en un mundo como el nuestro. Ser pobres de espíritu es ser pobres por el espíritu de Dios y el espíritu de Dios, si nos hace pobres, nos empobrece también materialmente en una sociedad en la que hay millones de hombres y mujeres en situación de pobreza. Dice Lucas que "la buena nueva ha llegado a los pobres" y el texto de Mateo yo lo traduciría "Dichosos los que se empobrecen por solidaridad". Es decir, Jesús anuncia a los pobres que son dichosos porque en esta historia hay salvación para ellos, porque la pobreza ya no es irremediable ni inevitable. En esta historia hay posibilidades de que desaparezca la pobreza. Actualmente, no hay ninguna razón seria para que haya pobres en el mundo y si los hay es porque existe una situación de injusticia, porque una minoría del mundo se aprovecha de la mayoría de los bienes del mundo.

Mateo dirá en el capítulo 6,19-21: "Dejaos de amontonar riquezas en la tierra ,donde la polilla y la carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren boquetes y roban. En cambio, amontonad riquezas en el cielo, donde ni la polilla ni carcoma las echan a perder, donde los ladrones no abren boquetes ni roban. Porque donde tengas tu riqueza tendrás tu corazón". Y en el versículo 24: "Nadie puede estar al servicio de dos señores, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero". Nosotros vivimos en una cultura donde la campana que convoca es la de la Bolsa de Nueva York.

En el capítulo 7,12 de Mateo, dice Jesús: "Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas". Es una palabra dirigida a nosotros, cristianos del primer mundo. "Todo lo que quisisteis que os hicieran los alemanes cuando emigrabais, hacedlo ahora vosotros con los marroquíes, con los de los países del Este, con los hispanoamericanos...con todos". Se trata de vivir por el espíritu esta solidaridad que, lógicamente, nos va a empobrecer en el sentido de que nos va a privar de algo; eso dará lugar a lo que yo llamo "la contracultura de la solidaridad", entendida ésta como ese compromiso con los pobres que va contra nuestros intereses, que nos empobrece y que, por lo tanto, es una sociedad con consecuencias para nuestro modelo de vida.

La segunda bienaventuranza de Lucas dice que "la buena nueva ha llegado para los afligidos, para los que lloran, para los que sufren...". Yo traduzco así el texto de Mateo: "Dichosos los afectados por el dolor del mundo", porque creo que uno de los males más graves que afectan a los ciudadanos de nuestra sociedad es su apatía, su indiferencia, la indiferencia al dolor del otro, y la compasión, es decir, padecer con el dolor del otro, es fuente de conocimiento. Cuando uno se deja afectar por el sufrimiento de la gente de los países pobres, o de las zonas de marginación de nuestras sociedades, de la gente del sida o de la droga, conoce de otra manera la realidad. "Dejarse afectar por el dolor del mundo nos permite ser honrados con lo real", como diría Jon Sobrino. Dejarse afectar por el dolor del mundo es lo que nos permite tener la mente despierta, salir de nuestro sueño, de ese ensueño en el que vivimos, del progreso, de las sociedades avanzadas, del orden internacional....y tener los ojos limpios para ver.

El tema de la mirada aparece en el Sermón de la Montaña, en el capítulo 5,27 y ss.:"El que mira a una mujer casada deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón". "Asi pues, si tu ojo es ocasión de pecado...". La mirada limpia, pero no solamente en relación con el sexto mandamiento, porque la concupiscencia de la mirada no sólo se refiere a ese mandamiento... En el capítulo 6,22 se dice: "La lámpara de tu cuerpo es el ojo, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo será luminoso, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras, y si la luz que hay en ti es oscuridad,¡que oscuridad tan grande! ". En la tradición evangélica, una de las acusaciones que Jesús hace a los fariseos es que "son ciegos porque creen que ven, creen que están salvados". A veces, me pregunto si nosotros creemos que somos "lo último", los que sabemos, los occidentales, los avanzados... ¿Tenemos limpios los ojos?

En el capítulo 7,15, se dice: "No juzguéis y no os juzgarán, porque os van a juzgar como juzguéis vosotros y la medida que uséis, la usarán con vosotros".¿Cómo juzgamos al fundamentalismo islámico? ¡Cómo si nosotros no hubiéramos sido nunca fundamentalistas!... Lo cual no quiere decir que no lo sean, ¡pero cuidado!.... "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?", o ¿es que no hay fundamentalismo económico en Occidente? ¿No nos siguen diciendo, a pesar de que todos los años se demuestra lo contrario, que si crece la tarta habrá para todos? Todos los años crece la tarta y cada vez hay mas pobres... Y a eso no se le llama fundamentalismo económico, a eso se le llama "la lógica del mercado" o "los efectos colaterales de la lógica del mercado". "O ¿cómo vas a decirle a tu hermano ´ deja que te saque la mota del ojo, con esa viga en el tuyo` ? Hipócrita sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano". Podrían hacerse muchas aplicaciones más ... A esto llamo yo la contracultura de la empatía y de la honradez con lo real: la mente despierta y los ojos limpios.

"La buena nueva ha llegado para los que pasan hambre". Traducción del texto de Mateo: "Dichosos los que sois movidos por el anhelo de justicia". "Buscad el reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura", dirá Jesús en el capitulo 6,33ñ34. ¿Cuáles son los intereses que movilizan a los discípulos de Jesús?, ¿dar de comer al hambriento?....Desde esta clave, podemos leer en el capítulo 14 de Mateo los versículos 13, 23, "la multiplicación de los panes", porque nos encontraremos con dos actitudes muy diferentes, la de Jesús y la de los discípulos. Jesús siente compasión por aquella gente aunque se había retirado a descansar; sus discípulos se molestan y quieren que vayan al pueblo a buscarse la comida. En este texto hay algo muy importante para nosotros como seguidores de Jesús: Jesús repite el mismo rito que en la eucaristía, coge el pan, lo bendice, pero en vez de repartirlo se lo da a los discípulos y les dice: "Dadles vosotros de comer" La pregunta que surge es: ¿Cuáles son los intereses que nos movilizan a los discípulos que celebramos la eucaristía? ¿Son los anhelos de justicia, que son los anhelos de Dios?

Estaríamos aquí en el tema de "la contracultura de la ciudadanía universal: misericordia y justicia". La ciudadanía universal, misericordia y justicia, que dice Jesús. Me gustaría saber, desde la clave de Dios y desde la clave de las bienaventuranzas, ¿por qué razón, si uno es un ciudadano de un Estado tiene derechos y, si es un ser humano sólo no tiene derechos? ¿Por qué razón, lo que da derecho en la práctica no es la condición humana, por mucho que hablemos de derechos humanos, sino la condición de ciudadano de un país o de otro?

"La Buena Nueva ha llegado a los perseguidos, los despreciados, los malditos". Mateo dirá: "Dichosos los que son perseguidos por su fidelidad". Ser discípulos de Jesús y ser fieles es cargar con la contradicción, con el pecado del mundo. "Cargar" es saber que vivir esa experiencia de la bienaventuranza supone vivirla en el interior de una contradicción. A nosotros, evidentemente, no nos van a crucificar, pero vivir en cristiano en nuestra sociedad trae consigo otro tipo de cargas. Hay que cargar a veces con la sensación de ridículo, de que uno es un insensato, un loco, un visionario, un utópico... Esa es la persecución de todos los días de la vida cotidiana, pero esa fidelidad da lugar a una contracultura de la resistencia a la desesperanza, la gran tentación de abandonar las grandes causas humanas. Y la contracultura de la que yo suelo llamar la insumisión, una ética de la insumisión. Nuestra sociedad para profundizar en sus principios, necesita hombres y mujeres insumisos.

Finalmente, "Dichosos los no violentos y pacificadores". Es una bienaventuranza de Mateo que nos recuerda la dificultad que tenemos los seres humanos para aceptar la alteridad, el diálogo, la comunión, la búsqueda de objetivos comunes... La dificultad que tenemos para integrar todo eso en nuestra sociedad, y por tanto, la dificultad que tenemos para poner en marcha una cultura de la comunión, que es la cultura que proviene del Dios trinitario. Aquí recurriré a un argumento que ha ocurrido en los últimos meses, cuando el Presidente Bush llamó a la guerra y lo llamó "La justicia infinita". Yo me sentí muy escandalizado, primero porque "la justicia infinita" sólo puede hacerla Dios, y segundo como cristiano, porque es al Dios cristiano al que él invoca, y al que dice continuamente que bendiga a EE.UU. y que yo sepa no le ha parado ningún obispo. Que yo sepa, "la justicia infinita" del Dios de Jesús sólo es el perdón, no tiene otra manifestación. La situación del mundo actual está reclamando ese talante de las bienaventuranzas, el talante de "los pacíficos, los no violentos", la gente que es capaz de buscar otros caminos para resolver los grandes problemas que tenemos.

Evidentemente, todo esto no seria una bienaventuranza si, en esa práctica de la que estoy hablando, no se tuviese la experiencia de la paternidad de Dios, y por tanto, no se pudiese rezar de verdad el Padre Nuestro. Jesús no pronunció esas bienaventuranzas, no pidió esa práctica de la justicia, no invitó a sus discípulos a practicar como luz y como sal este tipo de comportamientos, porque trajera consigo una nueva ética, una nueva moral mas rigurosa, en absoluto. Jesús pronunció esas palabras desde una experiencia mística, desde una experiencia de encuentro con un Dios con rostro, con promesa, con misericordia, que se había aproximado a la historia de toda la humanidad, y desde ahí comprobó que, empobreciéndose él por solidaridad, dejándose afectar por el dolor del mundo, dejándose movilizar por los anhelos de justicia, siendo fiel hasta el final en la persecución y en la pasión, y tratando de ser "no violento", de "perdonar a los enemigos" de "pacificar"..., tal como aparece en el Sermón de la Montaña, cuando Jesús corrige la ley del Talión, etc., Dios se le fue revelando como un Dios con rostro de padre y entrañas de madre.

Por lo tanto, en esa oferta que Jesús hace a sus discípulos en el Sermón de la Montaña, lo que está ofreciendo es la experiencia agraciada de la paternidad de Dios, de la que puede brotar la ley de la fraternidad universal. Un horizonte de fraternidad universal al cual podamos servir constantemente, desde nuestra propia experiencia de la paternidad de Dios, recibimos una luz que ilumina nuestras necesidades, las que dice el Padre Nuestro, el pan, el perdón que cicatrice las heridas que tiene esta humanidad, las venas abiertas por las que se desangra esta humanidad y esa libertad, esa libertad tantas veces acosada por la tentación.

Leídas desde el mensaje y la vida de Jesús, la historia y el mundo reciben una nueva luz, y una luz que arranca de esa experiencia de cercanía, la proximidad de Dios a la historia, una historia a la que ha llegado para la salvación de todos los seres humanos. Para esa salvación hemos sido llamados los discípulos de Jesús, para trabajar en favor de ella y hacerlo con la libertad de Jesús y la misericordia de Dios, y con la fuerza y el coraje del espíritu de la vida.

 

Francisco Javier Vitoria Cormenzana.

Profesor del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao.

Conferencia pronunciada en el Aula de Teología

de la Universidad de Cantabria, año 2002.

 

 

 

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