CULTURA PARA LA ESPERANZA número 51. Primavera 2003
Empresas norteamericanas se disputan los
contratos de reconstrucción de Iraq
Amanecer
Nº 142. Abril 2003
Cuando la guerra contra Iraq aún no había comenzado, un pequeño grupo de compañías transnacionales norteamericanas ya estaba compitiendo furiosamente por un contrato del gobierno de 900 millones de dólares destinado a la reconstrucción inicial de las infraestructuras iraquíes que sean destruidas por las bombas y misiles norteamericanos.
Este primer contrato para tareas de reconstrucción es sólo un anticipo del saqueo que Iraq va a sufrir a manos de las multinacionales norteamericanas. Esto muestra que la actual invasión de Iraq no tiene nada que ver con el tema de las armas de destrucción masiva o el régimen de Saddam Hussein, sino con el petróleo, los beneficios económicos y la hegemonía regional y mundial.
La Agencia norteamericana para el Desarrollo Internacional (USAID), que es la encargada de conceder el contrato, ha invocado una cláusula legal, que se refiere a una situación de "urgente necesidad", que permitirá otorgar la concesión del contrato sin tener que seguir el procedimiento normal, destinado a garantizar la competitividad entre las ofertas de distintas empresas.
Hasta el momento, el gobierno ha cursado peticiones únicamente a cinco compañías para que presenten sus ofertas en orden a conseguir el multimillonario contrato. Entre ellas se encuentran Kellog Brown and Root, una empresa filial de Halliburton Co., compañía ésta de la que fue ejecutivo jefe el actual vicepresidente, Dick Cheney, desde 1995 hasta el comienzo de la campaña electoral presidencial en el 2000. La empresa ha obtenido numerosos contratos militares recientemente, incluyendo varios proyectos para la reconstrucción de Afganistán.
Otra de las empresas que podrán optar al contrato es Beclitel Corporation, que incluye entre sus directivos a antiguos responsables de la Administración Reagan, incluyendo al antiguo secretario de Defenda, Caspar Weinberger, y el ex secretario de Estado, George Shultz. Esta compañía fue la quinta mayor donante de fondos a la campaña presidencial de 2000. Dos tercios de estos fondos fueron a parar a la campaña de Bush. Otras ofertas fueron presentadas también por el Louis Berger Group, que está participando también en proyectos en Afganistán, la Flour Corporation y la Parsons Corporation, estas dos últimas de California.
El hecho de que la pugna por la obtención del contrato de reconstrucción haya sido limitada a estas cinco compañías norteamericanas -los oficiales de la USAID han señalado que uno de los requisitos para poder competir es la presentación de una garantía de seguridad del Pentágono- ha agravado las ya importantes tensiones existentes entre Washington y Londres. Los sindicatos británicos han sido los primeros en denunciar el hecho. "¿Por qué debería el Reino Unido derramar sangre en una guerra cuando las compañías británicas son excluidas de los beneficios económicos que pueden surgir tras el conflicto?", declaró Richard O'Brien, portavoz de Amicus, el sindicato de ingenieros industriales británico, al periódico The Guardian.
Los detalles del contrato multimillonario están incluidos en un documento de la USAID, de 13 páginas, titulado "Visión de Iraq tras el conflicto". El plan, que fue filtrado por primera vez al periódico The Wall Street Journal, contempla la reconstrucción de unos 2.400 kilómetros de "carreteras y puentes económicamente muy importantes" y de puertos, aeropuertos, hospitales y escuelas que resulten destruidos por la guerra. También contempla la entrega de 550 generadores de emergencia para restaurar el suministro de electricidad.
Según algunas estimaciones, los 900 millones del contrato se evaporarán en el espacio de seis meses, dada la amplia gama de objetivos que se contemplan. Además, el tremendo daño que se causará a Iraq hará que, con toda probabilidad, las cantidades contempladas en el contrato sean insuficientes para el logro de tales objetivos. Hay que recordar que el plan de guerra del Pentágono contemplaba el lanzamiento de más de 3.000 bombas y misiles sobre Iraq en las primeras 48 horas del ataque.
Algunos ejecutivos de las grandes compañías norteamericanas han reconocido abiertamente que consideran el contrato de la USAID como un mero anticipo de lo que vendrá posteriormente. Muchas empresas tienen la vista puesta en los contratos de reconstrucción de la industria petrolífera de Iraq. Un reciente estudio del Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU calcula que la reconstrucción de las instalaciones petrolíferas del país al nivel que tenían en el año 1990, con anterioridad a la Guerra del Golfo, costará unos 5.000 millones de dólares.
El Congreso norteamericano ha mostrado su protesta por el secretismo que la Administración Bush ha impuesto en todo lo que se refiere a sus planes para la postguerra en Iraq. Según algunas estimaciones, la guerra costará alrededor de 200.000 millones de dólares y el primer año de ocupación militar norteamericana en Iraq costará otros 20.000 millones más.
Jay Garner, un general retirado nombrado por el gobierno para dirigir la nueva Oficina de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria, destinada a supervisar los proyectos de reconstrucción en Iraq, ni siquiera apareció en una sesión del Comité de Relaciones Exteriores del Senado a la que había sido citado y en la que se iban a tratar los planes para la postguerra en Iraq. Su oficina alegó "problemas de horario" para justificar su incomparecencia. Garner fue traído a Washington por el gobierno desde su puesto como presidente de la SY Coleman, una empresa californiana que ha suscrito numerosos contratos con el Pentágono. Paradójicamente esta compañía produce sistemas de misiles, que serán empleados para reducir a Iraq a escombros durante esta guerra.
Resulta claro también que la tarea de reconstrucción no va a ser ni mucho menos desinteresada. La Administración Bush desea utilizar, de hecho, el petróleo iraquí para pagar tanto la guerra como los posteriores gastos de reconstrucción (incluyendo los beneficios de las empresas norteamericanas). "Algunos de estos contratos no son una ayuda real, puesto que serán los iraquíes los que hayan de pagar el gasto", ha indicado Anthony Cordesman, experto en Oriente Medio del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos.
Por su parte, el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, ha señalado en este mismo sentido que "Iraq, a diferencia de Afganistán, es un país muy rico. Iraq tiene gigantescos recursos que pertenecen al pueblo iraquí. Sin embargo, existe una gran variedad de medios por los cuales Iraq puede compartir una gran parte de la carga de su propia reconstrucción".
Joseph Collins, vicesecretario adjunto de Defensa para operaciones de estabilidad y uno de los principales planificadores de la ocupación norteamericana de Iraq, también mostró una opinión similar durante una reciente rueda de prensa. "Iraq está muy por encima económicamente del nivel de Afganistán. Iraq es un país rico en petróleo y eso ciertamente permitirá a los iraquíes autofinanciar su reconstrucción".
Collins es miembro de un grupo de trabajo de la Administración Bush que se ocupa de "los asuntos humanitarios de la postguerra". Este grupo está encabezado por Elliot Abrams, director para Oriente Medio del Consejo de Seguridad Nacional. Abrams, un antiguo miembro de la Administración Reagan, fue sentenciado a una pena de cárcel por mentir al Congreso durante el escándalo Irán-Contra, pero más tarde indultado por el presidente George Bush padre. Él ha abogado públicamente en favor de que EEUU tome el control del petróleo iraquí una vez que el país haya sido completamente invadido.