CULTURA PARA LA ESPERANZA número 41. Otoño 2000.

LIBERTAD DE MERCADO

Cantan los modernos trovadores de la economía la bondad del mercado. La bondad que armoniza las necesidades y posibilidades de todo aquel que se interna en sus caminos. Todo libertad. Es una mano invisible la que logra la justicia... Ya no existe más conflicto entre la libertad y la justicia; cada cual, haciendo lo que le conviene contribuirá al bien común de forma imperceptible.

Pero cuando se rasca un poco más, bajo la capa de liberalismo, aparece la cruda realidad. Más que liberalismo resultan monopolios u oligopolios, o acuerdos entre grandes empresas de los que se conocen por centenares y entre supuestos competidores directos.

Más parece que el libre mercado sirva para que el que se lo crea baje sus defensas y resulte engullido por los gigantescos oligopolios. Es lo que le está pasando a muchas empresas e incluso países completos del tercer mundo. Mientras, los padres del liberalismo siguen camuflando sus ayudas a las empresas (véase la política agraria común, por ejemplo), los nuevos creyentes van cayendo, inermes, tras haberse deshecho de sus armas.

Últimamente me han llamado la atención varias noticias sobre el liberalismo en la bolsa. En teoría una sociedad anónima es eso, una sociedad no ligada a nombres y, por tanto, están prohibidas las restricciones a la transmisión de acciones. Además, en función del número de acciones, se tiene derecho a un cierto número de consejeros en la administración de la empresa.

Pero, de nuevo, nos encontramos con que la realidad es muy distinta, habiendo recogido en breve tiempo dos noticias sobre cómo se protegen las empresas del liberalismo económico.

La primera (recogida en el diario especializado en medios de comunicación Noticias) es fruto de la salida a bolsa del grupo Prisa, que, según el articulista, "obliga a sus propietarios a tomar una serie de medidas encaminadas a garantizar la independencia y continuidad del diario El País, origen del grupo y su medio más influyente". Es decir, el liberalismo económico, el mismo que defiende El País, está bien mientras no se ponga en juego el poder ideológico que subyace a esta "empresa".

Ya cuando Prisa se transformó en Sociedad Anónima, la línea fundacional, asegurada anteriormente por una junta de fundadores, pasó a controlarse a través de una sindicación de las participaciones de Jesús de Polanco y los principales socios de su entorno. Estas acciones sindicadas las aportaron a Promotora de Publicaciones S.L. (PROPU), que se convertía en accionista mayoritario de Prisa y aseguraba su control con la restricción de la transmisión de acciones que imponían sus estatutos sociales. Así preservaban al grupo de la entrada de accionistas "no deseados", que trataran de controlar el diario o desvirtuar sus fines fundacionales.

Más tarde, cuando sale a la Bolsa de Valores una parte de las acciones de Prisa, ésta es obligada a modificar sus estatutos, eliminando las trabas para transmitir acciones. Para evitar la entrada de inversores que quisieran tomar un cierto control del periódico, Prisa optó por "blindar" El País, mediante la transformación de su editora en sociedad limitada (inscrita ya en el Registro Mercantil el 12 de este mismo mes de abril), de la cual se concede a la Fundación Santillana la propiedad de diez acciones privilegiadas, con

capacidad para vetar el nombramiento o destitución del director del periódico, así como disponer sobre el uso de su marca o cabecera.

Con este fin, el consejo de administración de Diario El País se incorpora al patronato de la Fundación Santillana, presidido por Jesús de Polanco y formado por doce miembros, que elegirán a sus sucesores por cooptación. De este modo, aseguran el control futuro sobre el diario. Así pues, la nueva cúpula institucional del grupo Prisa, con los consejeros claves del mismo, pasará a ser la Fundación Santillana.

El otro ejemplo afecta a las españolísimas Koplowitz. No crean ustedes que la españolidad está reñida con tal apellido. Y si no, les transcribo el título del artículo donde encontré los datos (en la revista Tiempo): "Esther Koplowitz garantiza la españolidad de FCC". ˇAhora resulta que el dinero y las inversiones también tienen patria!. Yo siempre había creído que la única patria del dinero era Suiza pero... se ve que estaba equivocado.

También me había equivocado en mis patrones de españolismo, pero viendo a nuestros representantes en las olimpiadas creo que debo revisarlos. O unirme a las protestas de Fidel, cuyos asesores han calculado el alto porcentaje de atletas de países del tercer mundo comprados por los países ricos para su ‘representación’.

Bueno, al grano. Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) ya hace tiempo que pasó a bolsa, pero una compra de un 5% de sus acciones por parte del grupo belga "Compagnie National de Portefeuille" (CNP) antes del verano, que se incrementó hasta un 9,2% en fechas recientes ha suscitado la polémica. FCC tiene un 34,19% de sus acciones repartidas entre accionistas minoritarios, un 9,2% para CNP y un 56,61% en la sociedad limitada "B-1998". Esta última, a su vez, pertenece a Esther Koplowitz en un 51% y al Grupo Vivendi en un 49%. El asunto se considera además digno de atención porque las inversiones de CNP acostumbran a sacar partido de las recomposiciones accionariales y no simplemente a obtener plusvalías, en este caso aprovechando la baja cotización de FCC. Además, la fusión de las filiales de construcción de CNP-Suez (Grupo GMT) y Vivendi (Vinci) para crear la mayor empresa del sector del mundo, indica posibles estrategias de mayor calado.

En ese contexto, el autor del artículo, nos tranquiliza sobre la "españolidad" de FCC desvelando el blindaje diseñado para la empresa por el despacho de abogados Garrigues-Andersen. En realidad, el control de FCC lo tiene la ya citada sociedad limitada "B-1998", creada por las Koplowitz al fusionar todas las empresas del grupo.

En junio de 1998 Esther recompró a su hermana Alicia la mitad para revender a Vivendi el 49% de la sociedad y reservándose el 51%. Sin embargo, existe en la sociedad instrumental un equilibrio con 9 consejeros para cada socio: Esther y Vivendi.

Para que nadie pueda entrar en esta sociedad instrumental, ambas partes pueden venderse participaciones entre si por un pacto de recompra, pero ninguna puede vender a un tercero sin el consentimiento del otro. Además, hay algún otro detalle: si Vivendi decidiese vender, Esther tiene derecho de tanteo para comprarlas al mismo precio, pero también derecho de veto a esa venta; sin embargo, Vivendi tiene derecho de tanteo pero no de veto.

Para posibles ataques por compra, fusión, absorción o ampliación de capital de Vivendi (tal como ha ocurrido al comprar éste la canadiense Seagran, a su vez propietario de la productora Universal) hay otro pacto: caso que la filial Vivendi Medioambiente (que es la que posee las participaciones en B-1998) deje de tener la mayoría del capital (acaba de salir a bolsa), Esther tiene derecho a adquirir las participaciones al precio más bajo entre el pagado por Vivendi Medioambiente a su matriz (Vivendi Universal) y el valor de mercado del paquete de acciones.

El que después de estas triquiñuelas siga pensando que el libre mercado existe, debería revisar su ingenuidad.

Antonio Saa

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